Macbeth

Crítica de Eliana Giménez - A Sala Llena

Una hermosa guerra.

Las obras de Shakespeare se han interpretado incontables veces. Cualquiera que las haya leído puede comprender las razones por las que, aunque hayan sido escritas cientos de años atrás, siguen tan vigentes. Los temas que tocan están intrínsecamente relacionados con el ser humano, siendo la venganza, la pasión y la locura quienes comandan nuestras decisiones. En este caso, el director australiano Justin Kurzel decidió volver a presentar la gran historia de Macbeth.

Los dos personajes claves son Macbeth y Lady Macbeth: sin buenos actores que hagan suyos estos roles, todo se desmorona. Por suerte, Michael Fassbender y Marion Cotillard fueron los elegidos para interpretar a la famosa pareja. La francesa Cotillard es por momentos la frialdad y la manipulación personificadas, y su inglés es tan perfecto que parece sacada de la época de los Tudors. Mientras tanto, Fassbender es la desesperación y la locura. Juntos brillan y se mueven en perfecta sintonía. Y a pesar de las atrocidades que ambos cometen, logran generar empatía por la pareja.

El punto más flojo del film es el diálogo. Por momentos las palabras arcaicas terminan siendo casi incomprensibles cuando son pronunciadas por los actores. También sucede que las frases tienden a parecer monótonas y sin mucha inflexión, quitándoles un poco de vida. Pero esta versión de Macbeth logra ser memorable. Cuando tantas veces se ha interpretado la misma historia, resulta difícil hacerlo de una manera original y destacable. Kurzel logra hacerlo y con creces. La película es tan bella como impactante visualmente. Cada toma parece ser un cuadro perfecto donde cada detalle ha sido pensado y elegido con un propósito en mente.

Las escenas bélicas son una explosión de color que aumentan su vertiginosidad y la llenan de belleza. Macbeth y el resto de los valientes luchadores pelean por momentos en slow motion y en otros la sangre corre por doquier. La violencia, la lucha, las espadas y la misma sangre no son mostradas como suele hacerse en tonos oscuros y lúgubres, sino con colores vivos como naranja y rojo. Es algo asombroso e inolvidable de ver porque Kurzel ha logrado convertir la guerra en algo hermoso visualmente. Los colores opacos han quedado relegados para las escenas en el castillo, para la rápida e inevitable caída de Macbeth a la locura y para la soledad y depresión de Lady Macbeth. Como escribió Shakespeare en Macbeth: “Lo hermoso es horrible y lo horrible hermoso”.