Luz de luna

Crítica de Walter Pulero - Cinergia

Mirada sobre la maduración

Escrita y dirigida por Barry Jenkins, Moonlight está basada en la obra teatral autobiográfica "In Moonlight Black Boys Look Blue", de Tarell Alvin McCraney y cuenta la vida de un pequeño niño afroamericano en las afueras de Miami. En esta película nos encontramos con una construcción de personajes que parece el cine haberse olvidado hace un buen tiempo. Es sutil, paciente. No se toma prisa para transmitir esas angustias que sufre el personaje. Como en la película de Richard Linklater, cuenta el crecimiento de un joven desde la infancia hasta la madurez. Pero las similitudes llegan hasta ahí, porque Moonlight es un drama lírico sobre el reconocimiento de la homosexualidad en un entorno por demás conflictivo.
El film se divide en tres capítulos: “Little”, #Chiron” y “Black”. El primero y el último son apodos y el del medio es el nombre del niño, a quienes pocos lo llaman de esa forma y es quien le da su identidad. Chiron vive en un mundo propio contaminado por el bulling de sus compañeros en la escuela y su madre drogadicta. Las imágenes fuertes y llenas de crudeza no se hacen esperar para introducirnos en la historia.
Alex Hibbert es quien personifica de forma magistral a este niño, inocente, encerrado en su propia cabeza sin saber mucho hacia dónde ir. Ashton Sanders es Chiron en su adolescencia, quien transita por los cambios hormonales y comienza la búsqueda de su sexualidad. Y por último tenemos a Trevante Rhodes, quien pasados los treinta años ya tiene claras sus definiciones.
Entre los personajes secundarios que mejor saben llevar sus roles no se puede dejar de mencionar a los femeninos, donde encontramos a Janelle Monáe como Teresa y Naomie Harris como Paula, su madre.
Moonlight es una película pequeña que escapa a los estereotipos que vemos usualmente en pantalla. Es un drama duro en donde la cámara mira continuamente al personaje sin desprenderse de él, y sufre junto a él en los momentos en los cuales Chiron soporta las situaciones más terribles y sin desesperar pone la otra mejilla. Son esos momentos donde es notoria la sensibilidad del director, quien curiosamente creció a 100 metros de lugar donde transcurre su película, y vivió en carne propia mucho de lo que vemos en ella. Será por eso que nunca cae en los golpes bajos y respeta a sus personajes.

Moonlight es una de las gratas sorpresas del año. Un retrato intimista de una vida que no tiene nada de extraordinario pero nos enseña la importancia de la niñez para formar nuestra adolescencia y adultez.