Luz de luna

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

El clásico filme independiente, pequeño en tanto producción, a primera vista con intenciones de rupturas narrativas, que debe estar dentro de las nominadas al premio de la academia de Hollywood de cada año. Obviamente dependía de estas para que su estreno por nuestras latitudes se haga posible. No porqué le falten meritos sino porque su presentación no es atractiva, per se.
Digamos, sólo una actriz conocida, la británica Naomie Harris, todavía no incluida en el star system hollywoodense de manera definitiva, y un segundo largometraje de un director desconocido por el gran público.
La realización se establece como el devenir de la vida de un personaje, dividido en tres episodios; niñez, adolescencia (parece el titulo del texto de L. Stone y J. Church, pero no me haga caso, es sólo deformación profesional) y adultez.
Tres segmentos bien definidos y prologados por un titulo cada uno, siempre es el nombre del personaje a medida que transcurre su vida. Tenemos “Pequeño” en la etapa en que debe crecer en un barrio que no le es agradable, perseguido por otros chicos, su madre drogodependiente en plena decadencia, un sólo amigo, Kevin, tan desguarnecido como él, y sólo el acercamiento de Juan, el dealer de la zona, hará su existencia un poco más tolerable.
Luego, y sin mediar nada, un poco se agradece, nos encontramos con “Chiron”, el niño ya adolescente, esmirriado, con la misma madre rodeándolo todo, un sólo amigo, el mismo Kevin, el despertar sexual de manera muy implícita y jugando como “chivo expiatorio” de las dramáticas vidas de muchos que concurren a su escuela.
Con otro salto temporal nos encontramos con “Black”, ya establecido como el sucesor de Juan, recibe el llamado de Kevin, muchos años después, para dar cierre a una historia que decae en lo políticamente necesario y correcto de la actualidad cinematográfica, pero que no termina.
Filmada con delicadeza desde las imágenes, bella en su composición pero cruenta desde el relato. Su estructura, si bien no es la acostumbrada, de clásico nada, tampoco es original por antonomasia.