Luna de cigarras

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

Perros guaraníes

Con su peculiar relectura del thriller, el cine paraguayo sigue aportando títulos vibrantes, que muestran con ingenio el submundo de Asunción. Sin los alocados giros de cámara de 7 cajas, la película de Maneglia y Schémbori que puso al cine guaraní en el foco del mundo, Luna de cigarras es como una apropiación de la violencia “tarantinesca”. Al inicio, la discusión de una banda de criminales acaba a los tiros e hilvana la narración, con un flashback, al inicio de todo, remitiendo sin reservas a la apertura de Pulp Fiction.
Después, la banda despliega sus ambiciones, vicios y torpezas como los gángsters de Reservoir Dogs y, para ser justos, más atrás, a los de The Killing de Kubrick. Gatillo (Javier Enciso), el líder, negocia con el norteamericano J.D. Flitner (Nathan Haase, coguionista del film) la venta de un campo para cultivar marihuana. Pero cuando se entera de que el jefe, apodado el Boliguayo, pondrá a otro al mando de la operación, Gatillo decide “mejicanear” la plata del norteamericano y entregarle al jefe dólares falsos. La ópera prima de Jorge Bedoya deja un sinnúmero de cabos sueltos, pero acierta en la descripción del bajo fondo asunceno, con personajes bizarros y bien delineados y diálogos que, siguiendo la estela de Tarantino, resultan atractivos hasta en lo trivial.