Lucy en el infierno

Crítica de Fernando Sandro - Alta Peli

máquina de filmar

Ernesto Aguilar es probablemente uno de los directores argentinos más prolíficos de los últimos tiempos. Habiendo realizado su primer film en 1999, ya cuenta con cerca de una veintena de realizaciones, casi una por año, y hasta ha sabido meter más de una durante el período anual.

Pero ya se sabe, cantidad no es sinónimo de calidad, y sus películas (la mayoría de ellas estrenadas durante el Festival Buenos Aires Rojo Sangre) llevan más que el prestigio, la mancha de su nombre.

Sin pretender ser agresivos, Aguilar suele ser un director desprolijo; con ideas para sus películas algo extrañas, planteando argumentos mundanos pero llevándolos a terrenos casi experimentales. Realizando filmaciones caseras, muchas veces con actores nóveles y casi siempre creando un clima que suele descolocar hasta al más acostumbrado al cine de baja calidad.

Hay que reconocerlo, Lucy en el  infierno prometía desde los papeles, podía ser un cambio de suerte para el director. Su idea general no era mala y contaba con dos actores que han demostrado su talento. Quizás este poder ser y no es, transforme a Lucy en el infierno en algo más molesto que sus anteriores producciones.

Sos mi chica

Horacio (Emiliano Díaz) es un empresario que gusta de conquistar chicas para usarlas con el único propósito de complacerse sexualmente. Es más, varias de ellas hasta han sido empleadas suyas. Tiene un gusto especial por las embarazadas por creerlas más deseosas sexualmente, más vulnerables, y por lo tanto más proclives a sus pueriles encantos.

Así es como Horacio conoce a Olga (Romina Richi) una mujer embarazada que parece aceptar su propuesta. Ambos tienen un picnic en el campo, él la seduce, y ella lo invita a su casa.

Sí, Olga no es lo que parece, y al llegar a la casa en medio del campo lo golpea y lo secuestra.

A partir de ahí para Horacio comienza literalmente una nueva existencia. Olga lo someterá a varias torturas y a un tratamiento quirúrgico y psicológico que nos retrotraerán a La piel que habito, de Pedro Almodóvar.

Horacio debe aprender a tratar bien a las mujeres, saber cómo se sienten ellas, y qué mejor para eso que…

De comedia voluntaria e involuntaria

Hasta aquí la idea que, per se, no es mala. Aún la idea de Aguilar de crear un tono de comedia negra, burda, satírica, y de grotesco, pudo haber tenido un desarrollo digno y generar buenos momentos.

El asunto es que, en manos de Aguilar, lo que se plantea como comedia no genera gracia, y sí lo hace lo que se muestra como serio.

Lucy en el infierno presenta problemas de todo tipo. Argumentalmente su ritmo no se sostiene y cambia paulatinamente. Sus diálogos son increíbles de repetirlos. Muestra una serie de hechos y desarrollos que superan el mínimo verosímil aún para una película que no pretende centrarse en la realidad.

Para colmo, su idea, que un primer momento se puede pensar como de venganza feminista, termina poseyendo un corazón sumamente machista rancio. Entre otras cosas, a simple vista se puede apreciar cómo se burla de los movimientos políticos feministas, nos da la pauta de que una embarazada puede ser alguien con quien mejor no tratar (más si su embarazo es eterno), asocia a las mujeres con los buenos modales y con el estar siempre presentables, y hasta deja sobrevolando la idea de que una mujer se define a través del trato que le da el hombre. Esto entre muchas otras circunstancias que nos hacen rever seriamente su mensaje.

Técnicamente, las escenas en exterior (salvo las filmadas con un drone al que había que utilizar porque sí) se ven de una calidad pobrísima, blureadas y pixeladas; además utiliza una luz extremadamente blanca y brillosa que empeora la experiencia visual. En los interiores cambia y opta por un tono oscuro que a veces hace dificultoso observar qué es lo que estamos viendo. Para completar el cuadro, hace abusos de zooms en reversa de modo aleatorio sin ninguna explicación, lo mismo que la inclusión de una banda sonora que comienza y finaliza en cualquier momento.

Díaz y Richi demostraron ser buenos actores, pero acá su tarea es imposible y es poco el talento de ellos que se puede mostrar.

Conclusión

Lucy en el infierno pudo haber sido el ansiado paso adelante en la filmografía de Ernesto Aguilar; pero nuevamente recae en errores groseros argumentales y técnicos, dejándonos como resultado una experiencia difícil de asimilar, aún como consumo irónico.