Lucky

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Harry Dean Stanton tiene una de esas trayectorias legendarias en cine y televisión. Desde la década del cincuenta actuó en cuanta serie uno pueda imaginar, con particular énfasis en aquellas del género western. Hizo muchos roles pequeños en muchos clásicos de la historias del cine. Pasó por El hombre equivocado (1957) de Alfred Hitchcock y El padrino II (1974) de Francis Ford Coppola en roles que iban de una mera aparición a un rol pequeño, no fueron pocos los films con breves participaciones suyas. También ocupó roles más importantes en grandes clásicos, como Alien, el octavo pasajero (1978) de Ridley Scott o Patt Garrett & Billy the Kid (1973) de Sam Peckinpah. No hay manera de abarcar su filmografía en una nota. Trabajó con John Huston en Wise Blood (1979), con Martin Scorsese en La última tentación de Cristo (1988); protagonizó del clásico de culto Repo Man (1984) de Alex Cox, con John Carpenter hizo Escape de Nueva York (1977) y Christine (1983). Una vez más con Coppola Golpe al corazón (1981). Más de cien largometrajes tuvo en su carrera. Con David Lynch hizo varias películas y también televisión. Pero si hubiera que tomar un título para poder resumirlo en una sola imagen y dejarlo así en la historia del cine, esta imagen sería la de Travis Henderson, inolvidable protagonista de Paris, Texas (1984) de Win Wenders. Como broche de oro del elenco aparece James Darren, el octogenario actor que supo protagonizar la serie El túnel del tiempo y que fue un gran actor secundario de televisión como el propio Harry Dean Stanton.

No es indispensable saber esto para disfrutar de Lucky, pero quienes conozcan al actor no podrán evitar una emoción extra en cada una de las escenas. El personaje del título, Lucky, es un hombre de noventa años que vive solo. Tiene una dieta de dudosa calidad, fuma, bebe alcohol y vive su rutina diaria en el pequeño pueblo en el que vive. Eso sí, hace cinco ejercicios de yoga todas las mañanas. Le gusta mucho hacer crucigramas, conoce todas las respuestas de los programas de concursos y mira con simpatía y nostalgia un retrato suyo de cuando era marinero en la Segunda guerra mundial. Tiene sus amigos en bar con quienes a diario comparte charlas y una misma silla en cafetería a la que acude también a diario. Un día algo pasa y Lucky se da cuenta que tal vez la muerte esté más cerca de lo pensado. Tal vez, solo tal vez. A partir de ahí comienza a plantearse cosas y a ver su alrededor de otra manera. El personaje y el actor parecen fusionarse. Se parece, en ese aspecto a la historia de John Wayne en The Shootist (1976) de Don Siegel, aquella insuperable despedida que supo tener el más grande actor de todos los tiempos. Pero claro, Harry Dean Stanton es un actor de perfil más bajo y estrellato limitado, por lo cual el film también es pequeño, amable, con humor y también un tono agridulce.

Lucky no cree en dios alguno y observa con angustia, resignación y una incipiente sabiduría lo que está por venir. Fue la última película de Harry Dean Stanton, que murió antes del estreno mundial. Para que la despedida fuera total están allí sus amigos, que le aportan humor y simpatía a todo lo que ocurre a la vez que directa e indirectamente reflexionan sobre el sentido de la vida. Siempre con humor, siempre con ligereza, aun cuando en ciertos momentos asoma una negrura que angustia y conmueve. La certeza de que no hay nada más allá que posee el protagonista, combinada con una mirada amable y un disfrute de los pequeños grandes momentos, hacen que el espectador pueda moverse entre sentimientos muy distintos. Hay enorme emoción en varias escenas y Harry Dean Stanton entrega un rol de despedida de una belleza a la altura de su carrera. Ojalá todos los grandes actores pudieran tener un adiós como este.