Lucky

Crítica de Ayelén Turzi - Cinergia

El testamento de Harry Dean Stanton

Hay dos cosas a tener en cuenta antes de hablar de Lucky. Es el debut como director del actor John Carroll Lynch (Fargo, The founder) y es la última película de Harry Dean Stanton, mítico protagonista de Paris, Texas. De modo quizás involuntario, la película actúa como cierre de un ciclo, pero como apertura de otro, nuevo y promisorio.

La acción se desarrolla en el desierto de Arizona donde Lucky, fumador empedernido, toma conciencia que, lenta e irremediable, a sus 90 años, se acerca la muerte. El énfasis de la narración pasa más por construir la interioridad del personaje, apuntalándose en sus miedos silenciados y sus preocupaciones que por desarrollar una trama basada en las acciones. Lynch nos propone acompañar a Lucky en un devenir inevitable, pero se aleja con sabiduría de los golpes bajos, de la angustia o del dolor. Es un camino de aceptación del destino teniendo presente la soledad (la mayoría de sus amigos ya murieron) y el ateísmo. Porque en estos momentos es donde suele aparecer la religión pero Lucky, ateo, no tiene un dios a quien rezarle o en quien sentirse refugiado.

Apoyada en las actuaciones y en los diálogos, que a través de la ironía y el sarcasmo ponen de manifiesto verdades tan inteligentes como dolorosas, la película logra un clima general de calidez con un fuerte espíritu de producción independiente. Esta calidez también se respalda en los encuadres, que se detienen largos ratos en los desérticos paisajes, y en la fotografía y las ambientaciones, que arrojan una imagen plagada de tonos pastel, mayormente verdes y marrones, muy amigables a la vista.

De situaciones largas, personajes entrañables y profundas reflexiones, Lucky se convierte en una propuesta que te llega directo al corazón. Imperdible.