Luces rojas

Crítica de Gabriela Avaltroni - Función Agotada

Octubre rojo

En el 2004 se presenta un drama francés Feux Rouge, conocida bajo el nombre Luces Rojas del director Cédric Kahn. En la actualidad el realizador español Rodrigo Cortés vuelve a utilizar ese título para su nueva producción que, como en Enterrado, pone todo al asador pero se olvida de prender el fuego.

Margaret Matheson y Tom Buckley son dos psíquicos que tienen la habilidad de desarticular cualquier asunto de fuerza o presencia sobrenatural que esté molestando en algún hogar. Casualmente, después de varios años fuera de circuito, llega un psíquico dispuesto a pasar todas las pruebas que sean necesarias para comprobar que él tiene poderes de verdad.

El dúo experto en desenmascarar farsantes cazafantasmas está compuesto por Sigourney Weaver y Cillian Murphy. Ellos forman una muy buena dupla, algo así como Fox Mulder y Dana Scully de Los Expedientes Secretos X. Juntos, se apersonan en un teatro para descubrir la verdad que hay detrás de Leonardo Palladino que no es más que nuestro actor argentino Leo Sbaraglia… y acá es cuando el espectador empieza a incomodarse en la butaca y peor aún cuando se refieren a él con una hermosa frase: “si descubren que es Argentino”. ¿El argentino tiene pinta de chanta o qué quiso decir Cortés en el guión?

Uno no tiene dudas del profesionalismo de Sbaraglia pero escucharlo hablar en inglés (porque todavía faltan algunos pesos pesados por aparecer) hace un poco de ruido. Como dice un amigo, en la escena en la que se encuentra con Murphy, Leo se lo come crudo. Y la verdad tiene razón, nada tiene que envidiarle.

Cuando al director se le ocurre eliminar a Weaver, Murphy comienza a tener algunos trastornos mentales que ni siquiera se puede comparar con el personaje que interpretó en Batman Inicia. Él cree que la llegada de este psíquico, un Robert De Niro no vidente como Simon Silver, algo tiene que ver con la muerte de su amiga.

Hombre a hombre se enfrentan, cada uno quiere mostrar su verdad y las resoluciones son tan obvias que el realizador por las dudas te las remarca por si no quedaron claras. Si en la escena donde De Niro está por bajarse del avión, se quita las gafas oscuras para que sepamos que es “ciego” ¿es necesario después, que entre gritos: “Cómo lo has hecho… cómo lo has hecho…”, recalque esta escena y otras para decir que todo lo anterior era una farsa?

Tampoco era necesario, además, darle a Toby Jones el personaje de doctor insoportable, cerrado de creencias y que la supuesta verdad la descubran un par de alumnos.

Rodrigo Cortés, mezcla, mezcla todo y mal. Hasta la muerte de Weaver la película tenía un ritmo y oscuridad que perdió después estrepitosamente, sin poder remontarla jamás.