Luces rojas

Crítica de Carlos Schilling - La Voz del Interior

Mentes contra mentes

Hay historias que podrían ser mucho más interesantes si abandonaran la idea de que es necesaria una conclusión. Sin dudas en el tema que trata Luces rojas -el conflicto entre ciencia y seudociencia- estaría totalmente justificado pues ambas posiciones son irreductibles. Antes que con un punto final, entonces, ¿no hubiera sido mejor terminarla con un signo de interrogación?

Durante toda la primera parte, la nueva película de Rodrigo Cortés (Enterrado) se mueve en un territorio de contrastes y oposiciones, pero lo hace con sutileza y pericia narrativa. Presenta a dos profesores universitarios, Margaret Matheson y Thomas Buckley(encarnados por Sigourney Weaver y Cillian Murphy) que investigan los fenómenos paranormales desde una perspectiva positivista.

Persiguen a los farsantes que lucran con la necesidad de la gente de creer en milagros. Uno de esos impostores desenmascarados es un mentalista argentino que se hace pasar por italiano. Lo interpreta Leonardo Sbaraglia -debutante en Hollywood-, en una actuación intensa y creíble.

La relación entre ambos científicos es la de maestra y discípulo, aunque hay algo profundo que los une, ya que ella tiene un hijo en coma irreversible y él parece necesitar una madre. A la dupla viene a sumarse una alumna (Elizabeth Olsen), que se convierte en la novia de Thomas. Si bien ese aspecto sentimental de la relación no es desarrollada, la chica termina siendo funcional a la trama, aun cuando no le agregue una pizca de sustancia dramática.

Pero el momento clave es la aparición de Robert De Niro metido en la piel de un famoso psíquico ciego que vuelve a los escenarios después de 30 años. Pese a que al personaje es amplísimo, el veterano actor apenas cabe en él, y sus ya legendarios tics y gestos ampulosos atentan contra la tonalidad de la película, como si la atmósfera se enrareciera.

Desde ese momento, tanto el guión como la edición (algo apurada para ahorrar tiempo) empiezan a mostrar mínimos desperfectos que se acumularán en la vuelta de tuerca final y harán que todos los enigmas abiertos se cierren uno tras otro como portazos.

No obstante, en el camino, hay varias escenas memorables, cargadas de genuino misterio. Además, la sola rivalidad abstracta entre mentes poderosas -aun cuando se degrade el conflicto entre lo racional y lo irracional a una mera cuestión moral- basta para que Luces rojas se destaque al menos por la intención de contar una historia distinta.