Loving Vincent

Crítica de Leandro Porcelli - Cinéfilo Serial

Sí, la película se ve así. Es una pintura animada de hora y media. Con el espíritu de un documental biográfico, pero siendo totalmente una obra de ficción, nos encontramos con una hermosa sorpresa envuelta en este particular paquete de animación.

No perdamos ni un segundo: “Loving Vincent” es la primera película animada al óleo. Cada uno de los 65 mil frames fueron pintados al óleo en un lienzo, usando técnicas características de Van Gogh replicadas por más de 100 artistas. Pintores profesionales que fueron re-educados para replicar al padre del arte moderno al mismo tiempo que fueron instruidos en animación.

Por supuesto que esto significa que el film es inmediatamente ambicioso y valioso en lo que se refiere a lo superficial: visualmente es una hermosa locura, posible solo por tratarse de una obra homenajeando a uno de los artistas más influyentes y respetados de la historia. Tranquilamente podríamos haber obtenido una cinta que no alcanzara a rellenar esta admirable superficie con algo que llegue a un valor similar, pero afortunadamente los directores Dorota Kobiela (principal hacedora del proyecto) y Hugh Welchmann (ganador de un Oscar a Mejor Corto Animado) lograron que el dinero recaudado y las miles de horas-hombre invertidas consiguieran quizás el máximo potencial al que se podía aspirar.

Aún si no se tratara de una propuesta tan particular y única, la trama y los personajes convierten a esta pequeña gran película en algo digno de ver. Resultaba imposible, pero contra todo pronóstico se creó una historia tan interesante y emocionante como su objeto de estudio. Se trata de una ficción en la que un joven es encargado para entregar la última carta que Vincent Van Gogh escribió antes de quitarse la vida. Se topará con varios personajes, todos y cada uno de ellos basados en personas (y cuadros) reales que conocieron al pintor en vida, los cuales tendrán sus historias y anécdotas, sus lecturas y opiniones acerca del extraño holandés. Poco a poco, nuestro protagonista irá aprendiendo un poco más de Van Gogh, al mismo tiempo que comienzan a nacer en él las ganas de finalmente tener todas las piezas del rompecabezas para así saber realmente qué sucedió y por qué Vincent tomó aquella fatídica decisión de acabar con su vida.

Se explora la vida y obra del pintor de una forma única. Los conocedores de sus pinturas sin dudas esbozarán más que una sonrisa al ver sus cuadros incorporados tan fluidamente a la trama. Con un argumento casi noir que juega con el misterio y la curiosidad del espectador para explorar la mente de uno de los genios artísticos más destacables de los tiempos modernos. Una de las decisiones que condenaron al éxito a esta cinta es algo muy simple: todos los personajes hablan un pelirrojo holandés a quien nadie comprendía y que siempre estaba solo, pintando. Los personajes se refieren a un pobre diablo que eligió quitarse la vida, no se refieren a él como esta eminencia artística o a un mito, sino que hablan de un simple hombre, logrando así una perspectiva única y de un impacto infinitamente superior a (por ejemplo) lo que podría inspirar un documental hablando con expertos de arte en la actualidad. La banda sonora, creada por el genial Clint Mansell (usual colaborador de Darren Aronofsky), por momentos conquista por completo el audio de la cinta, tapando incluso el diálogo de manera consciente, creando un ambiente melodramático que logra ser efectivo gracias a una aplicación correcta y punzante. Un riesgo que va de la mano con el recuerdo de un artista con las emociones a flor de piel, tanto en la vida como en el trabajo.

Es un film que de forma ambiciosa crea una ficción con espíritu de documental biográfico, que combina la pintura y la animación de forma emocionante, una obra que trasciende lo superficial de la propuesta y alcanza a crear una de las películas más representativas del género biográfico. Como pocas, o ninguna si uno se aventura a decirlo, “Loving Vincent” se anima y logra reflejar todo vestigio de identidad que su objeto de estudio dejó en el planeta. Van Gogh no es un objeto de admiración en el film, no se lo trata como un objeto sino como un hombre: una persona que sufrió e hizo sufrir, pero que sobre todo vivió y continúa haciendo vivir a través de su arte. Sin descuidar el respeto por temas como la depresión, e imbuyéndose de un significado tan amplio como para entrar en la conversación sobre cualquier artista. No solo lo que uno podía esperar antes de verla, sino que va mucho más allá y logra ser un film para el recuerdo.