Los viajes del viento

Crítica de Adolfo C. Martinez - La Nación

Un camino al corazón de la música colombiana

Sensible retrato de Ciro Guerra del ser de su país

A lomo de burro y en completa soledad, Ignacio Carrillo recorre caminos que parecen no tener fin, se detiene brevemente en algún pueblo perdido y prosigue su derrotero. Su tesoro más preciado es un acordeón que, tiempo atrás, un viejo maestro le enseñó a tocar. Ya cansado de fatigar tantos kilómetros, toma la decisión de hacer un último viaje a través del norte colombiano para devolverle el instrumento a aquel músico con el que aprendió los temas más entrañables de su tierra. Por casualidad Ignacio conoce a Fermín, un joven cuya ilusión mayor es seguir sus pasos en el camino de la música. Juntos vivirán una serie de aventuras y desventuras hasta llegar al destino final.

El director Ciro Guerra, autor, además, del guión, intentó con su historia relatar un viaje hacia el espíritu, hacia aquello que unió las raíces blancas, negras y nativas de su país en algo tan único como la música que surgió de ese conglomerado de razas.

Así, y sobre la base de este relato que se apoya en la poética y en el folklore de Colombia, Ignacio y Fermín se convierten en vagabundos de algo que necesitan pero que desconocen. El film logra este propósito, a pesar de la monotonía que impera a cada paso y de una historia que se alarga innecesariamente. Con el sabor de Colombia a cada paso, Los viajes del viento es uno de esos films para comprenderlos a través del corazón y de la sensibilidad de los espectadores.

Los trabajos de Marciano Martínez y de Yull Núñez apuntalan este relato que habla de lo más recóndito del alma humana y de la necesidad de compañía en los momentos más tristes de la soledad.