Los Vengadores

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Los fanáticos de las historietas con satisfacción y agradecimiento

Se han estrenado una enorme cantidad de producciones basadas en historietas a lo largo de la historia del cine, pero claramente el siglo XXI es el que tiene la gran mayoría de estas adaptaciones. Las suficientes como para establecer un subgénero propio (ya he mencionado varias veces este punto de vista, pero estimo oportuno subrayarlo una vez más).

Hollywood y Marvel estuvieron preparando en este último lustro el gran happening de superhéroes cuya cita se da en esta primera entrega de “Los Vengadores” (créame, va a haber más). Así, “Hulk” (2008), “Thor” (2011), “Capitán América” (2011) e “Iron Man” (2008 y 2010), cada uno con más o menos similares argumentos, ha logrado dibujar su personalidad, creencia e idiosincrasia, pero sobre todo son películas que han servido como introducción a esta parte del vasto mundo de la Marvel.

Quitando a los fanáticos de los cómics (que no saldrán para nada defraudados), la pregunta sería si “Los vengadores” es una obra que puede adaptarse a cualquier tipo de público, o sea que pese a tratarse de éste género logra interesar y mantener el verosímil. La respuesta es sí, con creces.

A diez minutos del comienzo queda todo muy claro. Loki (Tom Hiddleston), el medio hermano de Thor, anda envidioso y codicioso por ahí, haciendo pactos con entes para conquistar La Tierra y gobernarla. La amenaza es tremenda. Una especie de "cubo mágico" con luz celeste conformaría un portal para que entren por atrás ejércitos de seres horribles a meternos el capitalismo y acabar con nuestra democracia occidental, y con todas esas cosas cuya posibilidad de falta es lo que Estados Unidos utiliza como el gran cuco.

¿Y quién puede hacer frente ante tamaño poder? Un conjunto de cuatro seres pendencieros; ególatras; auto indulgentes, con poderes tremendos que es mandado a buscar por la gente de S.H.I.E.L.D. al mando de Nick Fury (Samuel L. Jackson). Con sus diferencias todo se ponen al servicio de la causa, del guión y del espectador para ofrecer un entretenimiento genuino, bien realizado y fiel al núcleo principal del cual nació y se alimenta: la historieta. Por eso no puede achacársele inconsistencia o ingenuidad en los diálogos. Lo desafío a que encuentre un vuelo distinto en las versiones de papel.
Establecido luego de donde vienen y qué pito toca cada uno, la ira de Hulk (Mark Ruffalo), la vanidad de Ironman (Robert Downey Jr.), la nobleza de Capitan América (Chris Evans), y el honor de Thor, serán los rasgos que mejor funcionan cuando confrontan entre sí (la pelea entre Thor y Hulk es de antología), y a la vez le da sentido cuando se juntan a romper en pedazos todo el set el verdadero y el digital, aunque no todo son efectos esta vez (por suerte).

El guión y la dirección de Joss Whedon (“Serenity”, 2005) usan un elemento crucial para el cine de aventuras y lo usa muy bien: el humor. Está latente en cada frase, pero sobre todo en ese gran actor que es Robert Downey Jr. quien, además de ser coherente con su trabajo en las dos Ironman previas, apuntala con su impronta al resto. Incluso a la viuda negra (Scarlett Johanson) y al Halcón (Jeremy Renner), quienes en realidad son de la partida de la organización. Habrá también lugar para los chistes políticos en medio de todo el tratamiento narrativo.

Pobre Nueva York. Si su historia se estudiara sólo por el cine, desde 1933 a esta parte sufrió a King Kong (tres veces), a Godzilla (otras tantas), un par de terremotos; inundaciones, epidemias, robots gigantes, terroristas de toda clase y origen, congelamiento; guerras nucleares y, por si esto fuera poco, fantasmas (cazados maravillosamente por el trío Murray, Aykroyd y Ramis); vampiros; zombies, y la ciclotimia de Woody Allen. Es mucho para cualquier ciudad, así que suena lógico que vuelvan a romper Manhattan con gigantescas orugas voladoras y un ejército de bichos en aeromotos peleando contra un tipo enojado de piel verde, un ego maníaco vestido de acero, un ex milico de calzas azules y, sumados a ellos; uno alto, rubio y con un martillo pesado.

Si me hubieran llevado a los 12 o 13 años a ver esta película habría salido enloquecido del cine, y sino me habría rateado para verla. Así que en aras de recordar viejas sensaciones, voy a buscar algún sobrino y una buena excusa para faltar al laburo. Esta vez vale la pena. “Los vengadores” es pura aventura.