Los Vengadores: Infinity War

Crítica de Jessica Blady - Malditos Nerds - Vorterix

ESE BASTARDO VIOLETA

Lo esperamos por diez años y el momento llegó.
Vamos a aclarar algo de entrada: “Avengers: Infinity War” (2018) no viene a cambiarle la vida a nadie, ni siquiera a sacudir el tan bien planificado Universo Cinemático de Marvel. Pero sí deja algo bien en claro, quienes tienen el verdadero poder a la hora de enfrentarse a un villano tan poderoso como Thanos (Josh Brolin), y eso no es poca cosa.

Por ahí pasa la importancia de esta nueva aventura que logra juntar a casi todos los héroes del MCU con cierta elegancia, muchísima acción non-stop, algo de sentimentalismo y los mismos aciertos y errores de las entregas pasadas. “Avengers: Infinity War” no rompe esquemas, sino todo lo contrario, se agarra de sus puntos más fuertes y sus personajes más entrañables para llevar adelante una proeza que, en la teoría parece simple, pero no lo es tanto cuan do se trata de darle el espacio necesario a cada uno de los personajes relevantes.

Anthony y Joe Russo vuelven a ponerse detrás de las cámaras y entregan una historia “redonda” que, en definitiva, funciona como prólogo para lo que se viene. Lo triste es que, después de “Pantera Negra” (Black Panther, 2018), queda claro que estos muchachos no tienen ningún estilo visual propio (¿heredado de su paso por la TV?), que es lo que les estaría faltando para romperla completamente. La acción es importante, los efectos también, ni hablar de las actuaciones; pero si pensamos en esas películas (sobre todo dentro del género comiquero) que realmente perduran en el tiempo, vamos a descubrir que van más allá de los millones en taquilla o los enfrentamientos que se llevaron a cabo en la pantalla.

Ese toque personal, ligado más al tipo de autor que puede impregnar su visión a un género que ya demostró que gana en diversidad, originalidad y audacia, es lo que le sigue faltando a esta mega franquicia, salvando algunas excepciones como Ryan Coogler o James Gunn, con la primera entrega de “Guardianes de la Galaxia”. Este es un reproche bastante personal, pero igual de válido, aunque no afecta al conjunto de la película, ni a una historia muy bien delineada.

“Avengers: Infinity War” arranca después de los sucesos de “Spider-Man: De Regreso a Casa” (Spider-Man: Homecoming, 2017), “Thor: Ragnarok” (2017) y “Pantera Negra”. No se detiene en detalles a la hora de explicar qué anduvieron haciendo esos personajes que no vemos desde “Capitán América: Civil War” (2016) entre otras, justamente, para mantener el dinamismo de la trama.

Arrancamos en el espacio, con las recientemente evacuadas naves asgardianas siendo atacadas por el mismísimo Thanos y sus secuaces, la “black order”, un soldado/a más feo que el otro/a. El Titán la tiene clara: se cansó de mandar a sus lacayos a hacer el trabajo duro y decidió salir por los confines de la galaxia a recoger las dichosas gemas del infinito -cada una con un poder y habilidad diferente-, con la intención de diezmar a la mitad de la población del universo, según él, para mantener el balance necesario. Sí, típico de megalómano que cree que nos está haciendo un favor y salvándonos de un mal peor, ¿nocierto?

Ya habíamos tenido indicios de estas piedritas por aquí y por allá (no, no voy a hacer un recuento), y todo lo que sigue es una verdadera cruzada para juntar o evitar que caigan en las manos equivocadas, dependiendo de en qué vereda nos paremos.

Tras su primer encuentro con Hulk (Mark Ruffalo), Thor (Chris Hemsworth) y Loki (Tom Hiddleston), y conseguir una de las seis gemas (la del Espacio), Thanos decide seguir explorando la galaxia en busca de algunas de las restantes, y mandar a su pequeño ejército a diferentes partes de la Tierra para recuperar las que allí se encuentran: el Ojo de Agamoto (la del Tiempo), resguardada por Doctor Strange (Benedict Cumberbatch), y la gema de la mente, estratégicamente ubicada en la cabecita de Visión (Paul Bettany).

La Black Orden aterriza en Nueva York y ahí empiezan los desmanes. Lo suyo no es la sutileza, más bien la destrucción y la masacre, algo que no pasa desapercibido para nadie. Banner logra advertirle a Strange a tiempo, y pronto se produce el primer encuentro superheroico entre el Hechicero Supremo y Tony Stark (Robert Downey Jr.), que andaba por la zona, casualmente, con uno de sus trajes metálicos a mano. Sumemos al vecino amigable (Tom Holland) y ya tenemos el primer frente de batalla.

El segundo se libra en el espacio, cuando el Dios del Trueno se cruza con los Guardianes queriendo sacar provecho del llamado de alerta de las naves asgardianas. Tras ponerse en tema, el grupo se divide, por un lado Thor, Rocket y Groot salen en busca de un arma capaz de detener a Thanos; el resto, a tratar de evitar que el violáceo consiga la piedra de la Realidad en manos del Coleccionista (Benicio Del Toro).

Parece que Visión y Scarlet Witch (Elizabeth Olsen) estuvieron alejados del equipo, fortaleciendo su romance por las calles de Escocia. Ahí los encuentran los muchachos de Thanos, pero logran escapar por un pelito con un plan para proteger dicha gema: viajar a Wakanda y removerla cuidadosamente para poder destruirla sin causarle daño a su portador.

Así quedan repartidas las cosas, al menos, en un primer momento. El problema es que Thanos es ese tipo de villano que siempre va un paso adelante, y de esos que piensan ir hasta las últimas consecuencias para lograr su objetivo, sin importar que mortal, dios o extraterrestre se le cruce en su camino.

¿Hay personajes desaprovechados? Y sí. ¿Hay protagonistas que apenas hacen acto de presencia? También. ¿Hay incongruencias y agujeritos en el guión? Imposible evitarlos. ¿Hay humor en esos momentos innecesarios? Ni lo duden, pero también hay un ritmo que nuca descansa, salvo para darles un respiro (emocional) a nuestros héroes. Los Russo y el guión de Christopher Markus y Stephen McFeely logran hilvanar una primera parte casi perfecta, que nos va llevando de escenario en escenario (de la Tierra al espacio, ida y vuelta), generando estas nuevas alianzas y una gran química entre personajes que ni sabíamos que podría existir. No se puede decir mucho sin entrar en terreno de spoilers fuertes, pero queremos más de este Thor canchero y relajado que nos hizo redescubrir Taika Waititi.

Los personajes son los mismos, acá no hay cambios de actitud drásticos ni peleas internas porque tienen problemas más serios y realmente deben unir fuerzas para defender al universo. La posta es que no todos estos héroes están hechos para semejante tarea y por eso el papel principal de “Avengers: Infinity War” es separar la paja del trigo. Ojo, esto no significa que anden jubilando superhéroe a diestra y siniestra, pero estas nuevas entregas del MCU requieren otro tipo de habilidades para frenar las amenazas venideras. Por ahí viene la única escena post créditos y un final bastante abierto que nos va a quitar el sueño hasta mayo del año que viene, cuando se cierre este capítulo y la Fase 3 del universo de Marvel.

La apuesta es ambiciosa, incluso más que aquella primera “Avengers”, y todos quedan bien parados en medio de una historia 100% épica que termina siendo el resultado natural de estos diez años de franquicia. Por primera vez, Marvel se puede jactar de un grandísimo villano (queda claro que Erik Killmonger es un “antagonista” y no villano per se, ¿no?), más interesante que cualquier arquetipo bidimensional. El Titán tiene sus motivaciones y, en su cabeza, sus razones de peso, pero también tiene dudas, momentos de debilidad y una caripela imposible de separar de la de Brolin. Se roba un poquitito esta nueva aventura porque, en definitiva, todos bailan a su alrededor y a su ritmo.

Técnicamente, no hay mucho para resaltar. Las escenas de acción están bien, los efectos se dejan ver (salvo algunos personajes en CGI, como siempre), la música de Alan Silvestri no es nada memorable, pero estos nunca fueron los fuertes del MCU. Lo suyo son los personajes con los que nos encariñamos y sufrimos, el humor bien llevado y los relatos concretos y superheroicos al extremo. “Avengers: Infinity War” cumple con todos los requisitos, pero está por verse qué lugar ocupa en la historia del género.