Los Vengadores 2: Era de Ultron

Crítica de Enrique D. Fernández - A Sala Llena

Todos unidos triunfaremos.

La elaboración aceitada del emporio Marvel supo alternar diversos formatos durante su gestión cinematográfica para adaptar a ciertos fenómenos ilustrados. En los sucesivos unitarios que privatizarían el modelo desfilaba el martirio decorado de Ang Lee, la fantasía barroca de Kenneth Branagh y la sátira depresiva de Shane Black. Estos estilos anómalos se combinaban con el ingenio pasatista de Jon Favreau y la nostalgia infantilizada de James Gunn para vulgarizar a la historieta y reinventarla en el mercado. Pero la convención unificada de la factoría recién estaría configurada por la aventura colorida que transita el imaginario de Joss Whedon.

Este encadenado coral de superhéroes encontraría en Los Vengadores una comunión iconográfica entre la pedantería sarcástica de Iron Man, el propagandismo del Capitán América, el mitologismo anabólico de Thor y la metamorfosis de Hulk. Ante semejante asociación Whedon procuraba insertarse levemente para concluir vociferando un surtido de atracciones fluorescentes. En su siguiente entrega la garantía de Whedon prefiere reducir el conflicto argumental a una imprudencia de Tony Stark -cuando emplea inteligencia artificial para preservar a la humanidad- y concentrarse en la interacción operativa de sus personajes.

Como principal distinción es interesante que Los Vengadores: Era de Ultrón amortigüe los filtros referenciales para sostener una consonancia artificial acaparada por un divertimento operístico que únicamente dispone de confrontaciones rimbombantes, antagonistas sofisticados, remates desmesurados y mucho dramatismo. Whedon desiste en emular catástrofes verídicas con atentados digitalizados y considera anteponer los valores originarios de la viñeta tradicional para cubrir la demanda colectiva.

Bajo esta condición plastificada se desarrolla un espectáculo abiertamente pirotécnico de figuras cosificadas. Tomar ese universo falsificado (la amenaza sucede en un territorio inventado) e introducir anabólicos (los personajes saturan la fórmula irrisoria) logra permanentemente captar al consumidor multitudinario. Dentro del conflicto cabe destacar la personificación maléfica que asume James Spader como el computarizado Ultrón y el combate amistoso entre Iron Man y Hulk por las calles sudafricanas. Esta segunda fase encuentra a Marvel dominando el rubro como promotor universal del entretenimiento recaudador y con un itinerario de proyectos inminentes para la industria.