Los sonámbulos

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

Es difícil abordar el último trabajo de Paula Hernández desde una sola perspectiva.
Si bien la realizadora desde su ópera prima “Herencia” (2001) ha construido siempre retratos con mujeres como fuertes protagonistas –desde incluso hace casi veinte años donde el cine no les daba estos roles tan preponderantes como ha ido apareciendo en los últimos tiempos-, que luego ratificó con sus trabajos en “Lluvia” y “Un Amor”, ahora en “LOS SONAMBULOS” no solamente dos mujeres son el centro del relato, sino que incorpora la mirada de un entorno familiar preponderantemente masculino y las diferentes tensiones que surgen dentro del seno de una familia, con motivo de una típica reunión de fin de año.
En la casa quinta de Meme (Marilú Marini) y justamente teniendo como excusa los festejos de la llegada de un nuevo año, se reunirán sus tres hijos (Luis Ziembrowski, Daniel Hendler, Valeria Lois), cada uno acompañado de su familia.
Emilio (Ziembrowski) llega junto a su esposa (Érica Rivas) y su hija adolescente Ana (Ornella D’Elia), Sergio (Hendler) va con los hijos de su segundo matrimonio, tras una aparente separación dado que todo el tiempo estará presenta la figura de “la mamá de los chicos” como un personaje más dentro del entramado familiar e Inés (Valeria Lois), única hija mujer de la familia quien va con su bebé, instalándose dentro de la trama la decisión que ha tomado de ser madre (con todo lo que eso implica a nivel familiar) y de haber querido tener un bebé sola.
Las tensiones no tardan en aparecer y siempre las reuniones familiares le han dado material, tanto al cine como el teatro, con un amplio abanico que va desde el ritmo de comedia como en “Feriados en Familia” de Jodie Foster o Wes Anderson con “Los Excéntricos Tenenbaums” hasta abordar tintes más dramáticos como “Agosto: Condado de Osage”, la icónica “La Celebración” de Vinterberg o la que puede emparentarse más con el tono que propone Hernández para este relato, que es la española “Las Furias” de Miguel del Arco.
De este modo, se instalan con facilidad temas neurálgicos que en todo grupo familiar parecen estar presentes: los celos, los mecanismos de poder, la disputa del amor maternal, el cumplimiento de los mandatos familiares, la crianza de los hijos -que se plantea tan disímil entre cada uno de los hermanos- , los recuerdos, las cuentas pendientes y los rencores, que hacen el ambiente propicio para que aparezcan los conflictos y las rivalidades.
El guion de la propia directora, presenta cada uno de estos temas sutilmente, a través de respuestas disparadas en los diálogos o con ciertos detalles que va introduciendo en la puesta en escena, que responde perfectamente a un relato coral en donde cada uno de los personajes tiene un desarrollo y su propio lucimiento.
La figura matriarcal de Meme, dirigiendo todos los hilos de poder entre sus hijos, marcando notoriamente las diferencias –en su incansable tarea del “divide y reinarás”- y sentenciando sobre cada uno de sus actos encuentra una fuerte oposición en Luisa (Rivas) que marca la diferencia de no pertenecer a esa familia más que en un vínculo político.
Luisa debe lidiar con la tensión que le genera el acompañamiento a su propia hija adolescente que está pasando por el tránsito de su desarrollo y su descubrimiento sexual, situación que la tiene preocupada, como así también el tema del sonambulismo que parece haber heredado de la familia de su padre.
Un elemento adicional enciende la chispa para que la pareja que viene a buscar algunos días de calma (que parecen hacerle mucha falta), encuentre aun, un mayor desequilibrio: Meme planea vender la casa familiar y el único que se encuentra en desacuerdo con esa idea es Emilio, quien se quiere hacer completamente cargo de la casona, con todo el esfuerzo –no sólo económico- que ello implica con el particular agravante que no lo ha consensuado previamente con su esposa quien queda completamente desdibujada frente a esta situación.
Sobre esta línea, Hernández instala subyacente, el tema de una familia reinada por las decisiones de los hombres, que a su vez están subordinados a un aparente poder matriarcal pero que raspando un poco las cáscaras.
Meme parece ser claramente la continuadora de una línea fuertemente masculina y digna sucesora de su marido, recientemente fallecido: basta sólo ver cómo descalifica a su propia hija y cómo desautoriza permanentemente a su nuera frente a su propio marido y frente a su hija adolescente, para mostrar en pequeños hechos, su poder despótico y sus manejos de dinero para plantear diferencias.
A la situación ya de por sí, de delicado equilibrio, aporta un elemento discordante más, la llegada de Alejo, el hijo mayor de Sergio que ha regresado hace poco al país y de cuyo pasado, de acuerdo a lo que vamos rearmando en ciertas conversaciones familiares, no tenemos las mejores referencias.
Alejo instalará fuertemente una tensión sexual con Luisa y comenzará a despertar el deseo en Ana generando una nueva capa dentro del relato, mucho más espesa, con ribetes de sordidez y violencia que el ojo de Hernández maneja sin subrayados pero sin dejar librado a sobreentendidos, para desatar un epílogo realmente antológico.
No solamente los diálogos y la situaciones que planta el guion están resultas con una mirada que se instala en la filmografía de Paula Hernández como una bisagra para sus nuevos trabajos sino que además se vuelve a mostrar como una solvente directora de actores. Los trabajos de Érica Rivas y Marilú Marini son de una precisión que los hacen enteramente disfrutables, aun en sus facetas más oscuras y están excelentemente acompañadas por un notable Ziembrowski y los trabajos de Lois y Hendler que son sumamente funcionales a lo que propone la trama.
Ornella D’Elia como Ana, asume un importante rol protagónico que implica una gran exigencia y que logra sortear con solvencia, aún con ciertas observaciones, para un personaje complejo y con sus típicas contradicciones adolescentes a flor de piel. Injustamente ignorada a la hora de las premiaciones en el último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, “LOS SONAMBULOS” es una de las mejores propuestas de cine nacional del año con una mirada diferente a una temática actual, encarada con sobriedad y madurez.