Los siete magnificos

Crítica de Carlos Rey - A Sala Llena

Otro Rato de Épica

Si hay un cineasta que reflexionó sobre el lenguaje del cine, ese fue Jean Luc Godard. Una de las ideas troncales de todo su pensamiento teórico fue, que más allá del momento que se represente la ecuación de tiempo y espacio, el cine es un arte que siempre interpela sobre el tiempo presente. Antoine Fuqua toma esta premisa godardiana y pone un héroe de raza negra al frente de su remake de Los 7 Magníficos, de John Sturges (que a la vez era una remake de Los 7 Samuráis, de Akira Kurosawa), algo imposible en el siglo XIX durante la época de la conquista y aún impensado en la representación de la colonización durante el clasicismo, tiempo en el que los actores de color tenían roles secundarios, donde John Ford y Howard Hawks -entre otros- construían el mito con el género que le devolvió la épica al siglo XX, el western.

El potente Denzel Washington (Chisolm) es el espléndido héroe que aparece como un deux ex machina para salvar al poblado de Rose Creek de una banda de forajidos que lo acosa. Fuqua se toma todo el tiempo que corresponde para presentar al personaje gracias a bellos planos scope con gran angular, donde vemos a Denzel avanzar solitario, a caballo, subiendo y bajando pequeñas lomas hasta llegar al lugar en cuestión; el forastero milagroso que aparece para poner las cosas en su lugar. La estructura narrativa que utiliza Fuqua es la clásica del western tradicional, en donde irrumpe un elemento ajeno al espacio: llegada de una deidad, reclutamiento de un equipo, defensa de la tierra, resurgimiento del pueblo y progreso.

La secuencia de inicio, donde Bogue (Peter Sarsgaard) somete a Rose Creek, es extremadamente violenta: podemos observar asesinatos a sangre fría y el incendio de la iglesia de la comunidad. Aquí se reversiona a Sturges, donde la toma era mucho más dócil (volviendo al cine como representación del presente) y lo que a posteriori confluirá en enfrentamientos mucho más violentos y sangrientos. Washington se presenta como un caza recompensas que al principio recluta y actúa por dinero y después comprende que debe hacerlo por un ideal de resurgimiento y progreso. Aquí otro cambio de Fuqua: Washington es contratado por una mujer, la bella Emma Cullen (Haley Bennett), viuda en el ataque de Bogue. Aquí el director la corre de la idea Fordiana de la mujer-cimiento, la idea de la mujer como clave de la sociedad pero como constructora del hogar mientras el hombre salía a hacer su trabajo. Emma Cullen se convierte en una luchadora; una mujer que representa al pueblo, rifle al hombro, para armar su línea de defensa. La idea de mujer contratista de un héroe de raza negra le da frescura, novedad y aporta otras capas de lecturas a un género muerto como el western.

Washington reúne a un equipo que va a defender a Rose Creek a sangre y fuego. Chris Pratt (Josh Faraday) juega de cañonero-comic relief; Ethan Hawke (Goodnight Robicheaux) es el preciso pistolero con tortuoso pasado que entrena a los hombres locales como tiradores; Vincent D’Onofrio (Jack Horne), un brutal cazador de indios desempleado porque su actividad está en decadencia; Martin Sensmeier (Red Harvest), el indio que pelea para los blancos; Byung-hun Lee (Billy Rocks), el chino experto en cuchillos, y Manuel Garcia-Rulfo (Vasquez), el latino de este grupo variopinto que genera casi una idea sacrificial ante el ejercito que tiene Bogue para conseguir el dominio de las tierras.

Y esta idea de sacrificio también es estructural en el western. Ya desde la idea de guion de Kurosawa (claramente influenciado por la era de oro del género), el sacrificio por la defensa de la tierra contra el lumpenaje fuera de la ley es pilar para la construcción y consolidación de la civilización en detrimento de los viejos modismos de la barbarie. Fuqua filma esta defensa con vigor, con un enfrentamiento final sangriento, con la misma potencia de su Día de Entrenamiento, con un Denzel Washington que siempre mejora cualquier producción y que le da amplitud a la carnalidad y ambigüedad de este género que amamos y que celebramos sus ocasionales regresos a la pantalla grande.

Los 7 Magníficos es un western hecho con conocimiento del género y con pasión por el mismo, y la música de Elmer Bernstein en los créditos finales nos recuerda una vez más que una sala de cine es el lugar en el mundo donde podemos ser felices.