Los que aman, odian

Crítica de Luly Calbosa - Loco x el Cine

¿Cuán cierta es la frase “lo que no te mata, te fortalece”? es el interrogante que atraviesa la trama de la novela homónima Los que Aman odian escrita por Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares en que se basa el presente largometraje del director Alejandro Maci. Esta nueva versión del melodrama no sólo ratifica su admiración por la prosa de Ocampo que lo inspiró a realizar su ópera prima El impostor (1997); sino que mantiene estilísticamente la impronta de época que contextualiza la obra en los años ’40. Sin embargo, en esta ocasión su génesis narrativa y esencia poética se aleja a los parámetros establecidos por los autores, publicados en 1946, y renueva el aire del trillado relato de amores no correspondidos. Lo muta en un impecable thriller de tinte psicótico que roza lo erótico y el morbo con el objetivo de ahondar el paradigma que afirma el teorema los que aman odian.

En este sentido, el guión a cargo de Maci y Esther Feldman pivotea dramatúrgicamente con el concepto de tragedia shakespeareano que intenta comprender lo intangible: La pasión. Esta búsqueda retórica es el eje del relato interpretado por la dupla actoral Guillermo Francella y Luisana Lopilato que encarnan una historia de amor anclada en potenciar los efectos contrarios que definen la pasión como sinónimo de goce y plenitud. Este espíritu tiene el propósito de inquietar al espectador y brindarle un viaje introspectivo hacia lo más profundo del ser, invitándolo a reflexionar -cual efecto terapéutico- sobre la angustia que les ocasiona su constante y frustrante ímpetu de descifrar lo irracional del sentimiento que implica la genuina e incondicional entrega hacia el otro. A punto tal que el miedo los paraliza y conduce al accionar contrario: los enfurece y transforma aquella virtud en debilidad, potenciando en su interior el odio y resentimiento… ¿Podrán derribar el mito? A grandes rasgos, este es el hilo conductor y premisa del relato. Entretanto, avanzan los minutos y la trama se tiñe de suspenso.

Párrafo aparte para el gran elenco que marca el ritmo y complementa la historia de una familia disfuncional que, por momentos, recuerda la película vanguardista La Bahía (Ma Loute, 2016) del director francés Bruno Dumont, inspirada en el cine de Jean-Luc Godard y distinguida en el Festival de Cannes 2016 por el impecable ensamble de delirio y mística llevada al extremo con las descomunales actuaciones. Algo similar ocurre en esta familia aburguesada, compuesta por dos hermanas huérfanas, Mary (Lopilato) y Emilia (Justina Bustos), que se adoran pero viven discutiendo -cigarrillo mediante- en la lujosa mansión que heredaron en Ostende, la cruda realidad a la que fueron destinadas; plagada de secuelas que replican una relación de dependencia mutua y, a su vez, marca el opuesto enfoque de vida que las distancia como agua y aceite. Emilia es una pianista dueña de un talento formidable para componer sinfonías, pero es insegura, inestable, manipulable y está a punto de casarse con Atuel (Juan Minujin) que vive con ellas y es amante de su hermana. Mary, por el contrario, es transgresora, indisciplinada y traductora de novelas; su gran poder de seducción engatuza a todo hombre que se cruza en su camino. Entre ellos, a su homeópata, el Dr. Huberman (Francella) con quien mantuvo una relación sexual, le duplica la edad y no ve hace años. Un buen día, el destino los reencuentra fortuitamente a raíz de una tormenta de viento y arena que se avecina y obliga a refugiarse juntos… ¿Serán capaces de sobrevivir y revertir el pasado? La respuesta queda sujeta a criterio del espectador que esperemos no caiga en la desdicha de emparentar la dupla a un “incesto” ilógico que circula por las redes sociales y cuestiona el exitoso vínculo padre e hija que lograron transmitir en la tira de la comedia televisiva Casados con hijos.

Los que Aman odian logra con éxito posicionarse como una adaptación digna de ver, con un mensaje intrínseco que traspasa la pantalla y a su vez sirve de disparador en materia artística. Cabe destacar la lucidez de su directora, Mercedes Alfonsín, que logra transpolar la épica historia a una única locación: la emblemática mansión en Villa Ocampo de Silvina Ocampo y sus alrededores. Esto en conjunto a la música a cargo de Nicolás Sorin, la utilería, vestuario, iluminación y modismos implementados para marcar el pulso de época supera con creces la media de la industria del cine local y rememoran desde el magnífico Stanley, del director de fotografía Julián Apezteguía, el mítico personaje Hércules Poirot y el espíritu de Marilyn Monroe con vestido exuberante colorado en alusión al deseo y la pasión. En esta línea, otros datillos a tener presentes: Por un lado, al elenco lo completan Marilú Marini, Carlos Portaluppi, Mario Alarcón, Gonzalo Urtizberea y el pequeño Teo Inama Chiabrando. Por otro, y no menos importante, los senos que generaron polémica y se ven al desnudo en plano detalle no son de Luisana, aclaró la actriz el pasado jueves en el junket de prensa del hotel Alvear. No obstante, su rol de femme fatal, frenesí, sigue intacto.