Los Pitufos

Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

Deslucido regreso al cine de Los pitufos

Para utilizar el lenguaje pitufo, esta adaptación de los famosos personajes del comic europeo es una pitufeada que logra hacer descender a estos duendes azules a los niveles más standards del cine infantil hollywoodense.

Una pena, ya que el universo creado por el belga Peyo a fines de la década de 1950, además de ser tan simpático como irónico tenía todos los detalles de una cosmogonía propia y original, totalmente disfrutable por adultos, aunque obviamente enfocada a los chicos. Las historietas de Peyo ya habían tenido una versión animada para cine en 1975 («La flauta mágica de los pitufos») codirigida por el mismo autor de las historietas, y con los años, estos gnomos que utilizan la palabra pitufo para todo) tuvieron su serie animada de TV, videojuegos y merchandising de todo tipo. Pero esta versión, que mezcla pitufos digitales con actores de carne y hueso, parece enfocada solamente a vender juguetes pitufos.

Tal vez Raja Gosnell, director de «Mi pobre angelito 3» (la que ni siquiera incluía a Macaulay Culkin) no era la persona indicada para ocuparse de los pitufos, pero el principal problema está en el guión, que no sólo está mal elaborado aun en términos elementales, sino que aporta el concepto totalmente errado y facilista de separar a los pitufos de su inconfundible y riquísimo mundo propio, para llevarlos a Nueva York y depositarlos en la casa de un ejecutivo de marketing que obviamente se enternecerá y humanizará ante la presencia pitufa (para colmo apenas un puñado, incluyendo a Papa Pitufo, La Pitufina, Tontín, el Filósofo, Valiente y Gruñón, dejando afuera la amplia gama pitufa de la aldea del bosque mágico imaginado por Peyo).

Para los más chicos la película puede funcionar como pasatiempo poco memorable, pero está casi garantizado que sus acompañantes adultos quedarán sumidos en la desesperación. Entre las sobreactuaciones de Hank Azaria como el malvado Gargamel, los pasajes melosos del argumento y la pasmosamente pegadiza canción de los pitufos, la experiencia puede ser atroz. En fin, una pitufeada tremenda.