Los pingüinos de Madagascar

Crítica de Beatriz Molinari - La Voz del Interior

La excusa para que chicos y grandes vayan al cine.

Los pingüinos de la ficción animada de Dreamworks están pasando por su mejor momento. Nacidos como personajes de la película Madagascar y luego protagonistas de su propia serie televisiva (en Nickelodeon), adquieren autonomía de vuelo en Los pingüinos de Madagascar.

El rasgo característico de Skipper, Kowalski, Rico y Cabo es el impulso para salirse de la fila de sus pares y volar al mundo, aun sin alas, apenas con aletas menudas e inquietas.

El guion los pone en la mira de un malvado Doctor de apariencia engañosa, con la misión de salvar su especie. La historia está contada con ritmo vertiginoso y varias referencias visuales sobre los pingüinos como las típicas criaturas elegidas para los documentales proteccionistas. Cuando esta suerte de Tres Chiflados adoptan al pequeño huevo que la naturaleza descarta, que se convierte ahí nomás en Cabo, el grupo se constituye como célula de acción, dispuesto a correr los riesgos, demostrando ingenio, velocidad y astucia. El humor nace en el primer diálogo en medio de la geografía helada de la Antártida.

Los gags y chistes visuales no paran en hora y media de película. Brandon Sawyer, John Aboud y Michael Colton, responsables del guion, los ponen en la misión desproporcionada en la que se embarcan. El Doctor Octavius Brine es el clásico loco que quiere hacer estallar a la pingüinada del mundo, por motivos personales. Los pingüinos superagentes, tan sofisticados como su cazador, se encuentran con Ráfaga Polar, grupo de élite que lucha en defensa de las especies más vulnerables. Integran el comando que emula los tips de los militares en territorio hostil, con armamento sofisticado: Clasificado, el lobo jefe; un oso polar, Montaña; una lechuza, Eva, de enormes ojos, y una foca, Mecha corta.

La película suma situaciones humorísticas que captan al público en varios niveles de sentido. Los chicos se encuentran con los pingüinos de la tele, que no han cambiado el carácter alocado y tiernos que les hizo ganra su propia celebridad. Los adultos decodifican los chistes y las parodias, como la que hace blanco en el Agente 007. También hay algo del Super Agente 86, en la torpeza que conduce por pura casualidad a buenos resultados. Las personalidades bien planteadas diferencian a uno de otro y generan empatía inmediata.

La idea del héroe enfrentado a una tarea que lo sobrepasa es revisada en Los pingüinos de Madagascar, por la vía del humor. Los chicos asumen la velocidad de los personajes, el absurdo y el color de la película que contrasta con los pingüinos y el blanco polar de sus socios de aventura.

El juego del comienzo que incorpora el documental, y revela el detrás de escena, no se mantiene durante la película. Skipper, Kowalski, Rico y Cabo han huido del escenario ideal para las cámaras y transmiten la felicidad de lanzarse al mundo con la adrenalina propia de los héroes que, además, saben qué esperan de ellos sus seguidores.