Los pequeños Fockers

Crítica de Marina Yuszczuk - ¡Esto es un bingo!

Scary movie

Parece que hay todo un mundo, construido alrededor de cierta idea de familia como castigo y sacrificio, cuya versión burlona circula en powerpoints y burlitas de sobremesa. Es un mundo con chistes sobre suegras en el que la esposa de alguien puede ser ”mi jermu” o “la jabru” y en el que un hombre casado es más o menos un inútil que por inercia pone su vida y sus finanzas al servicio de una institución demoníaca que lo convierte en un pelele alrededor del cual circulan los reproches y reclamos de padres, suegros, esposa, hijos y mascotas. Está bien, hay que ser tolerante. Pero cuando el pelele es nada menos que Ben Stiller, todo se vuelve un poco doloroso.

Es que con Los pequeños Fockers la trilogía del apellido seudogracioso (sí, sé que esta noche las trilogías vendrán a mi cama a ahogarme con la almohada) se instala definitivamente en una visión infernal de las relaciones entre seres humanos y al mismo tiempo llega al último subsuelo posible de los artilugios para provocar risa: el de chistes con Viagra. Se trata en definitiva de una pesadilla disfrazada de comedia, que retoma a Gaylord Focker en el momento en que sus hijos lo desprecian y excluyen de la vida familiar durante el desayuno (el hijo incluso le vomita un baldazo en la cara), sus padres lo siguen tratando como a un idiota y el suegro sigue convencido de que lo es. Nada de esto puede ser muy gracioso, de ahí que el punto de comedia de la película tenga que ver con un posible adulterio, investigado detectivesca y repetitivamente por el suegro, entre Ben Stiller y Jessica Alba.

O al menos eso me pareció, porque lo cierto es que Los pequeños Fockers es una serie de escenas cómicas fallidas y pésimamente pegadas, que llegan a niveles de inconsistencia cósmicos cuando la abuela Barbra Streisand sienta a la nietita para explicarle que no tiene que pelearse con el papá porque los chicos son estúpidos pero está todo bien si se aprende cómo manejarlos (?), consejo que viene a cuento de nada. Y la nietita, que es una estatua con sonrisa siniestra, se hace la que escucha y sonríe al final con una mueca desfasada que pone de relieve la falta de sentido de absolutamente todo lo que pasa en la película, y sobre todo su falta de gracia. Porque aparte del chiste sobre “pene del suegro inyectado por el yerno enfermero mientras el nieto mira”, hay que tragarse a Owen Wilson haciendo payasadas en calcitas (aunque él es bello y su sonrisa bobesponjosa y a prueba de balas es lo único luminoso de todo este asunto), a Jessica Alba tirándose de panza en un pozo y a Harvey Keitel haciendo un papel inexistente (sí, se trata de una película que desperdicia actores a mansalva, incluida Laura Dern). Un deseo para el 2011: que los chicos de la nueva comedia se queden en el Wonderland de la nueva comedia, porque afuera (sacando a Todd Phillips) está áspero.