Los papeles de Aspern

Crítica de Jorge Luis Fernández - La Agenda

Los restos del poeta

Una adaptación de The Aspern Papers, de Henry James, refleja la vigente obsesión por acceder a los archivos de un artista como trofeo.

Publicada en 1888, The Aspern Papers está considerada como la más refinada de las nouvellas de Henry James. La historia tiene dos fuentes. Por un lado, una vivencia del propio James, que en 1887 conoció a una condesa florentina poseedora de cartas de Lord Byron. Por el otro, una historia que llegó a sus oídos, acerca de un estudiante bostoniano que se insinuó a Claire Clairmont, media hermana de Mary Shelley y madre de la hija de Byron, con la esperanza de obtener cartas privadas de Byron y Percy Shelley. Para esta historia, James inventó a Jeffrey Aspern, un fallecido poeta norteamericano basado en las figuras de los dos grandes poetas ingleses, su amante norteamericana radicada en Venecia, Juliana Bordereau, su sobrina, Tina, y un joven editor (también norteamericano) que por todos los medios trata de obtener las cartas privadas de Aspern.

Los papeles de Aspern fue numerosas veces llevada al teatro y a la televisión. Esta es la cuarta producción para la pantalla grande y, en apariencia, la más fidedigna. De todos modos, su director y coguionista, el debutante realizador francés Julien Landais, introdujo algunos cambios respecto al texto original. En primera instancia, el joven editor, que en la nouvella es la voz narradora y no tiene nombre, es aquí un escritor y periodista llamado Morton Vint (Jonathan Rhys Meyers), que se oculta bajo el pseudónimo Edward Sullivan. Luego, como en el texto de James, el peso dramático de la historia recae en la antigua amante, Juliana (Vanessa Redgrave), con frases casi directamente citadas y con flashbacks envueltos en un manto onírico que muestran a Aspern, Juliana y un tercer poeta involucrados en un ménage à trois.

Otra movida interesante de Landais es el carácter levemente incestuoso del reparto y el universo jamesoniano. En 1959, el actor y dramaturgo inglés Michael Redgrave adaptó la pieza para una puesta en Londres, interpretando además al joven intruso. Mucho después, en 1984, otra adaptación incluyó a la hija de Redgrave, Vanessa, como Tina. Como si se cerrara un círculo, esta versión presenta a dos Redgrave, Vanessa como Juliana y su hija Joely Richardson como Tina. Finalmente, todas las tomas realizadas dentro de la mansión Bordereau tienen reminiscencias góticas, desde el estereotipo del horror Hammer hasta Entrevista con un vampiro, lo que trae a la mente el acercamiento más conocido de James a lo sobrenatural: The Turn of the Screw.

Hasta aquí, el background de la historia. Esencialmente, Los papeles de Aspern compensa con peso psicológico lo que carece de acción. Jonathan Rhys Meyers, con glamour decadente, hace una buena interpretación de Morton Vint o el erudito intruso. Habrá una serie de estrategias para llegar a las cartas que celosamente guarda Juliana. Morton, camuflado como Edward, paga sumas astronómicas por las habitaciones de la mansión que alquila para el transcurso de su estancia veneciana. Cuando esa estrategia no rinde beneficios se ofrece como jardinero de la mansión, obedeciendo a la romántica idea inicial de James de “un jardín en medio del mar”. Morton cultiva flores que le obsequia a Tina, que a lo largo de todo el relato es el nexo con la reclusa Bordereau. Nace así la idea de un cortejo, que se volverá una obsesión, entre Morton y Tina. Pero mientras los sentimientos de esta última son reales, los de Vint son fingidos, puro artificio, como las escenas de una fiesta que es la versión glam de un carnaval veneciano.

James Ivory está acreditado como coproductor, y muchas imágenes de la película rinden culto a su estilo suntuoso, a menudo carente de substancia. Las expresiones de Morton Vint muestran menos una exasperante ambición que una pose, tanto en las lujuriosas miradas de Rhy Meyers como en su denodado uso del cigarrillo. Su amiga y confesora, Mrs. Prest (Lois Robbins), aparece habitualmente con una galera y gafas oscuras, navegando por los canales en una góndola o rodeada de escandalosas amigas. Nada de esto se concilia con el espíritu y el estilo narrativo de Henry James, que trata sobre la ambigüedad y todo lo que pone en juego una desmedida ambición. Ciertamente, las fracturas psicológicas del narrador no son fácilmente trasladas a la pantalla, pero de eso debería tratarse la película si una adaptación está en juego.

Con todos sus excesos, la película tiene varios puntos a favor. En primera instancia, la narración fluye, y aunque los pasajes filmados en exteriores parecen algo superfluos, aquellos rodados en la mansión resultan gratamente atmosféricos. Pero lo mejor son las actuaciones de Joely Richardson y Vanessa Redgrave. Ambas actrices denotan la expresión de una familia que creció con la representación de The Aspern Papers, y es en la expresión de Redgrave, primero oculta bajo un velo y luego mostrando sus crispados ojos azules, donde se revela el manifiesto de James contra la posesión de cualquier objeto personal de un artista como un trofeo. Eso, y la obsesión del coleccionista son las dos instancias que están en pugna. Una lucha que parece tan vigente hoy como en 1888, cuando se escribió la nouvella.