Los padecientes

Crítica de Mariano Torres - Fuera de campo

Los Padecientes, adaptación homónima de la novela de Gabriel Rolón, es uno de esos thrillers en los cuales a los cuarenta minutos de avanzado el film ya sabemos cómo terminará, y aun así la trama sigue avanzando. O, en este caso, tropezando con los mismos errores que arrastra desde un principio: a la obviedad de lo que vemos en pantalla se suma, además y siempre de manera constante, una interminable sucesión de diálogos expositivos, que resaltan lo que no hace falta volver a interpretar. Como si esto fuera poco, cada tanto, una voz en off meditativa traza conclusiones y celebra su propia lucidez a la hora de comprender un poco mejor el mundo. Y tanto se celebra a sí misma la obra de Rolón que, claro, termina con un aplauso masivo en cámara.

La trama es sencilla y responde a todos los clichés del thriller policial: hay un asesinato misterioso, un detective (bueno, un psicoanalista, que en la práctica de esta película resulta más o menos la misma cosa), una femme fatale que esconde algo en su historia, y una serie de personajes secundarios que resultan a menudo más interesantes que los protagonistas. La historia se activa desde un principio, cuando sin perder demasiado tiempo se presenta ante la clínica del protagonista (Benjamín Vicuña) una joven mujer (Eugenia Suárez) desesperada por cerrar –a su manera- el crimen de su padre, pidiéndole la firma al Licenciado, para que declare inimputable a su hermano (Nicolás Francella), presunto autor del siniestro. Pero, claro, nuestro protagonista juró buscar siempre la verdad, y nada más que la verdad (aparentemente, “La Verdad” es una cátedra en la carrera de psicología donde estudió nuestro protagonista), y por ello se pone inmediatamente a investigar. No pasará demasiado tiempo hasta que comiencen a aparecer los problemas.

Los Padecientes es uno de esos casos típicos de este nuevo “cine industria” nacional que, al mejor estilo Hollywood, posa su mirada en los bestsellers para convertirlos en blockbusters, y obtiene así lo mejor y lo peor del cine norteamericano. Lo mejor, es que la factura técnica es impecable (resaltan la fotografía y los efectos digitales). Lo peor, es todo el resto.