Los padecientes

Crítica de Leonardo González - Río Negro

Una muerte, demasiadas explicaciones

En el año 2010 se publicó el libro de ficción que se convertiría en el más vendido de las últimas tres décadas en nuestro país: “Los padecientes”.

Escrito por el psicoanalista Gabriel Rolón, viejo conocido nuestro por haber trabajado más de una década en el emblemático programa de radio “La venganza será terrible”, de Alejandro Dolina, esta obra quiso en más de una oportunidad ser llevada a la pantalla grande. Por una u otra cosa, su autor declinó las ofertas. Hasta ahora.

Junto al director Nicolás Tuozzo y su habitual colaborador, el guionista Marcos Negri, Rolón se encargó de adaptar a la pantalla grande su novela, e incluso se guardó para sí la chance de actuar en un papel.

En el filme, Pablo Rouviot (Benjamín Vicuña) es un reconocido psicoanalista, autor de un par de libros, que no está pasando un buen momento en su vida personal. Acaba de separarse de la mujer que amaba y sus días son una sucesión de sinsentidos, hasta que algo despierta su interés.

Una mujer muy hermosa llamada Paula Vanussi (Eugenia Suárez) llega a verlo a su consultorio por recomendación de su amigo y también psicoanalista, El Gitano (Pablo Rago).

Lo que quiere es su ayuda para actuar como perito de parte y que visite a su hermano Javier (Nicolás Francella), acusado de asesinar a su padre, y que firme que es inimputable aunque sea el autor del hecho.

El psicoanalista acepta este extraño pedido y visita al joven en la clínica psiquiátrica en donde lo tienen internado, pero poco a poco se dará cuenta que hay algo extraño y que Javier, con todos los trastornos psicológicos que acarrea hace años, es imposible que haya matado a su padre.

Rouviot comienza a adentrarse más y más en la historia de una familia en la que el patriarca, Roberto Vanussi (Luis Machín), era un poderoso empresario metido en negocios bastante turbios y con gente demasiado importante y pesada.

Así, comienza a recomponer la trama siniestra de una historia familiar cargada de violencia y zonas oscuras. Nada es lo que parece entre médicos, policías, abogados y amantes. Pablo se jugará todo obsesionado en revelar la verdad sobre quién es el culpable del asesinato y porqué. Cueste lo que cueste.

Lo primero que se puede decir de “Los padecientes” es que es un filme quebrado. Claramente se puede dividir en dos partes: por un lado la presentación de los personajes y por el otro la cuestión detectivesca. Esto, por lo general, se desarrolla de forma continua y fluida, pero en este largometraje resalta demasiado esa división.

Hay una sobre explicación de lo que le sucede a esta gente, lo que hizo, lo que hará, sus conversaciones, sus debates, que resultan un tanto frías y que alejan un poco bastante al espectador de la trama principal.

La segunda –por suerte mejora– nos va llevando de una manera interesante a la resolución del conflicto y la búsqueda de esa tan ansiada verdad.

Con el tema de las interpretaciones no hay mucho para decir, salvo destacar –y bastante– el trabajo de Luis Machín, un actor que siempre demuestra que con pocos minutos en pantalla destaca; el siempre correcto y efectivo Pablo Rago; y Ángela Torres, que interpreta a la tercera hermana de este clan y que tenía un trabajo bastante pesado entre manos y lo supo resolver muy bien.

El problema de “Los padecientes” es que tiene algunas torpezas de guión, de narrativa, que de haberlas pulido y trabajado un poco más podrían haber convertido al filme en mucho más. No está mal, pero no es esa joyita que podría haber sido. Una lástima.