Los miserables

Crítica de Diego Faraone - Denme celuloide

Los miserables (Tom Hooper, 2012)
Apesta

En reseñas de esta película, aparece como constante la típica afirmación de que va a ser disfrutable para los amantes del género (musical), pero que no es recomendable para quienes no gustan de estos espectáculos. Como si los géneros fuesen exclusivos de un tipo de público y no existiese ninguna particularidad en las películas que pudiesen llevarlas a trascender esos círculos y llegar a otras personas. Si desde el vamos la afirmación no es demasiado feliz, tampoco lo es su primera premisa, precisamente porque los que gustan y conocen el género difícilmente encuentren aquí características que los convenzan.

Está claro que la apuesta era arriesgada, y que llevarla a la práctica suponía exponerse a un equilibrio precario que podía suponer el naufragio. El texto original de Victor Hugo es profundamente dramático, y dar con el tono apropiado, en un musical operístico en el que prácticamente todos los diálogos están cantados (sí, como en Don Giovanni o Los paraguas de Cherburgo) requiere de una destreza técnica mayúscula, lograr un ritmo estimulante y personajes que permitan una identificación. Y el director Tom Hooper (autor de la celebrada El discurso del rey) fracasa rotundamente en los tres puntos.

Que Hooper no tiene la experiencia necesaria para filmar una película de estas características queda bien claro en las escenas más dinámicas y en las de transición entre piezas musicales. El frenético montaje impide que una toma dure más de dos o tres segundos, agolpando sin descanso una sucesión ininterrumpida y a veces caótica de imágenes que denota inseguridad, y que se encuentra a siglos luz de las escenas claras, fluidas y estimulantes que pueden lograr los tipos que realmente saben narrar con imágenes y acciones, como Spielberg, Scorsese o Tarantino –por nombrar solo a tres-. A esto se le agrega una molesta incoherencia idiomática, ¿por qué cuernos una historia enteramente francesa, ambientada en Francia, con personajes llamados Jean Valjean, Javert y Fantine tiene que estar hablada en inglés? La obra musical original de Claude-Michel Schönberg estaba en francés, y bien podían haberse tomado de allí las canciones, pero no, se prefirió la adaptación inglesa seguramente porque, como debe recordarse, a la Academia no le caen bien los idiomas extranjeros.

La película es profundamente arrítmica porque cae en pozos musicales de interés prácticamente nulo, -cuando el joven Marius cuenta de su enamoramiento a sus amigos rebeldes, o cuando Éponine se lamenta por su amor no correspondido-; se le da demasiado espacio al trillado triángulo amoroso entorpeciendo el devenir de los hechos. Todo lo nombrado afecta profundamente lo que aquí falta y hay en los grandes musicales: espontaneidad. Hay una impronta constante de cuadro armado, los semblantes son serios, los silencios solemnes, las poses impostadas. Esta ausencia de asideros terrenales es lo que impide la identificación con los personajes. Para colmo, Russell Crowe canta horrible y Hugh Jackman no está mucho mejor. Claro que de a ratos el texto transmite su fuerza, que Anne Hathaway está bien en todo sentido, que los niños son los mejores intérpretes y que los secundarios de Sasha Baron Cohen y Helena Bonham Carter dan un contrapunto humorístico el poco rato que aparecen. Pero claro está que no son méritos de Hooper.

Publicado en Brecha el 8/2/2013.