Los miserables

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

Ganadora del premio del Jurado en Cannes, el debut de Ladj Ly en el largometraje de ficción presenta, en ritmo de thriller asfixiante, una realidad social en los suburbios parisinos.
Algo tan multitudinario como el festejo del mundial de fútbol 2018 en pleno Arco del Triunfo, abre “LOS MISERABLES”, donde sólo por esos primeros minutos se vivirá ese clima de unidad nacional que no se repetirá en el resto del filme, sino que por el contrario, contrastará fuertemente con la enorme grieta que se esconde diariamente en los suburbios parisinos, no tan lejos de los brillos de la Ciudad Luz.
Ladj Ly, debutante en el largometraje de ficción, le imprime cierto tono documental en el que parece sentirse a gusto, para presentarnos una obra que ha logrado un gran impacto en el mercado internacional a partir del Gran Premio del Jurado de Cannes –además de la rareza de que una Opera Prima compitiese por la Palma de Oro- y nominaciones al Globo de Oro y al Oscar a la mejor película extranjera, construyendo un relato de tinte abiertamente social en donde se pone el énfasis en la violencia urbana, los territorios en permanente disputa y la tensión que provoca la presencia de la figura policial dentro de los barrios más marginales.
El director franco-africano parte de su propio corto de 2017 y elige espejarse en el clásico de Víctor Hugo para volver a centrar su acción en el mismo lugar donde el célebre escritor situó a sus inolvidables personajes, mostrando como esa misma geografía, el barrio de Montfermeil en París, no parece haber cambiado demasiado. Aquellos aires de libertad de la Revolución Francesa parecen haber quedado olvidados, oprimidos, abandonados, a medida que la sociedad fue avanzando y los ha dejado sepultados en un proceso que evidentemente nos marca cómo hemos involucionado dentro de la propia historia.
Ladj Ly se mueve orgánicamente, con seguridad y ritmo de thriller en un territorio marcado por las diferencias de clases, los abusos de poder, las necesidades más básicas sin cubrir, nos muestra con su ojo entrenado un mundo infantil quebrado por la pobreza y por las injusticias sociales: un barrio que aloja su propia ley, sus propios principios pero que no puede escapar al hecho de ser cooptado por el avance de las mafias y la corrupción policial.
En esta geografía donde parece no haber reglas demasiado claras acompañaremos a Stéphane, un policía de provincia en su “bautismo de fuego” -que remite a algunas obras como “Dia de Entrenamiento” de Fuqua- (personaje a cargo de Damien Bonnard, nominado al César a mejor actor por este trabajo) quien junto a sus compañeros comenzará a recorrer la zona intentando cumplir con su trabajo. Es evidente que sus colegas se han apropiado coercitivamente de ese sector y él deberá debatirse entre su propia moral, su ética y sus principios y la forma de trabajo que quieren imponer sus colegas Gwada y Chris (Alexis Malenti, ganador del César al mejor actor revelación).
Mientras Chris, con su manera particular, se muestra autoritario y con un fuerte perfil de liderazgo, naturalizando dentro del grupo sus propias reglas de violencia, Gwada, de origen africano parece estar entre dos aguas cuando aparece este nuevo compañero y lo enfrenta con lo que en realidad debería suceder.
Es evidente que la forma en que ellos se manejan, está fuera de todas las reglas, distante de lo esperado y generando su propia ley. El contraste es aún más fuerte por el origen de Gwada que no siente ni la más mínima empatía por los vecinos de ese barrio que están mucho más cerca de su realidad inmigratoria y su etnia.
Nuevamente en el cine francés actual aparece el problema de la inmigración como generadora de una violencia intrínseca y de ese sentimiento nacionalista que marca y zanja diferencias en el momento de determinar a qué o a quién se lo considera como auténticamente francés.
Esas nuevas generaciones que ya han nacido en Francia y por lo tanto tienen la nacionalidad, siguen siendo considerados ciudadanos de otro nivel, con otros derechos, siguen siendo “condenados” y discriminados, sencillamente por sus raíces y su geneaología.
“LOS MISERABLES” maneja, dentro de su mensaje de cine social, una perfecta estructura de thriller generando momentos de verdadera tensión casi insostenible, con permanentes dilemas éticos: nos interpela, nos hace tomar partido, nos hace reflexionar y con los diversos giros que va dando la trama nos aleja completamente del esquema “Buenos vs. Malos”.
Si en algún momento Ladj Ly se sirve de algún estereotipo es sencillamente para fijar un punto de partida para comenzar a sembrar sus preguntas y sus dudas, sus interrogantes que comparte con el espectador a los que parece querer proponernos construir una respuesta en común.
¿Qué consideramos justo? ¿Qué puede ser lo moralmente correcto para una sociedad que construye con injusticia desde sus bases?
Un Estado que no contiene, una situación que se desborda, un territorio en donde pareciera imponerse el “sálvese quien pueda” y la “ley del más fuerte”, le permiten a este joven director plantear un fresco social de permanente erupción y una angustia extrema.
De esta forma con un hecho puntual que se desencadena en la trama y conviene no adelantar demasiado, Ladj Ly plantea un dilema ético en donde todo pareciese estar claro y ordenado, hasta que el guion lleva todas las condiciones al extremo, a ese punto de ebullición intolerable donde algo va a estallar y alguien pagará las consecuencias.
Casi sin darnos cuenta “LOS MISERABLES” nos invadirá con esa ambigüedad moral y el pensamiento de Víctor Hugo que sostiene que “no hay malas hierbas… hay malos cultivadores”.
Demoledora, angustiante, actual, con una estética que recupera y comparte con otros realizadores franceses como Audiard, Kassovitz y la denuncia social de Brizé, el trabajo de Ladj Ly se constituye en una película valiente, necesaria, casi imprescindible dentro del cine francés actual mostrando una realidad que cada vez aparece más frecuentemente en la pantalla, quizás buscando que a través de las voces de estos nuevos realizadores se visibilice esa violencia intramuros y ese permanente hostigamiento a los más vulnerables.