Los Marziano

Crítica de Santiago García - Leer Cine

ACARICIANDO LO ÁSPERO

Los Marziano, brillante tercer film de la directora Ana Katz, es un drama con toques de humor, que a pesar de tener ciertos elementos simpáticos, es básicamente un film serio y profundo que ahonda en la relación entre dos hermanos.

No hay nada más tranquilizador que encasillar un film. Tranquilizador no sólo para el espectador, sino también para el crítico, para el realizador y para los exhibidores. Los Marziano podría parecer una comedia –fue comercializada como tal- y la música inicial podría predisponernos a un tono jocoso y sonso. Pero para el espectador que logre vencer los prejuicios y pase por alto sus expectativas previas de ver una comedia simpaticona, Los Marziano, pese a ser difícil de encasillar, es una obra muy fácil de apreciar. Los Marziano hace algo que no siempre es sencillo de conseguir. Mientras que hay films independientes que se exponen como tales, películas de autor que se manifiestan raras y a contracorriente a todo nivel y en todo momento, la película de Ana Katz elije un terreno más ambiguo y complicado: el de parecer un film estándar, comercial, con actores conocidos, con cierto humor costumbrista, para luego terminar por ser algo diferente, donde aquello que parecía ser finalmente está, pero corrido del centro, y observado desde otro lugar. Esa extrañeza podrá alejar a muchos espectadores, pero no es culpa de la realizadora, esta decisión es, justamente, lo mejor del film, porque le permite esconder su juego durante gran parte del metraje e ir construyendo poco a poco el discurso que desea expresar.

Para quienes ya vieron el film –los demás pueden dejar de leer acá- está claro que hay que vender la inercia de querer reírnos de todo, para comenzar poco a poco a experimentar una forma de identificación profunda pero dolorosa con los dos personajes protagónicos. Estos dos hermanos divididos, que la historia mantiene separados hasta el final, esperable y temible, momento en el cual ambos volverán a estar juntos. Juan (Guillermo Francella) y Luis (Arturo Puig) comienzan la película cada uno con un conflicto. El primero pierde, de un día para el otro, la capacidad de leer, las palabras dejan de tener significado. El segundo cae en un pozo hecho por manos desconocidas en el campo de golf del country donde él vive. Para ambos surge un conflicto, para ambos aparece la amenaza de un orden que se derrumba. Cada uno a su modo enfrentará el problema. No pasan demasiados minutos para que hasta el más distraído de los espectadores comprenda que el humor no es sinónimo de comedia. Y que lo que están viendo no sólo no es una comedia, sino que además es una mirada aguda, llena de complejidades y matices, sobre las personas, sus comportamientos, sus ambiciones, sus sueños frustrados, sus miserias y también su corazón.

Los Marziano llega a la emoción a través de la inteligencia y no de golpes de efecto. Durante toda la película la directora nos preparó para un momento sin que nosotros supiéramos que ese momento iba a ser tan importante y emocionante. Esas criaturas llenas de limitaciones, enojos y angustias, también tienen espacio para la fraternidad. El absurdo de la vida sigue, nos subraya la directora en el plano final. Pero aunque sea por un momento, en un lugar del mundo, la aspereza de la vida ha sido mostrada con inteligencia y finalmente con afecto. Katz les permite a los dos hermanos reencontrarse y cubrir sus flancos más débiles. Si los espectadores se entregan a la inteligencia del film, no extrañarán en ningún momento la falta de comedia en gran parte de las escenas.

Los Marziano es, además de lo dicho, una película bella. Un film que produce un placer estético además de todo lo analizado. Es también un film lleno de pequeños apuntes, de detalles que van completando a los personajes y dándoles humanidad. Sin subrayados, sin explicaciones inútiles, ahí está sólo la información necesaria, pero está. Tanto Arturo Puig como Guillermo Francella comprenden cuál es el tono del film y cada uno construye su papel. Puig es un paranoico harto de su mujer y su entorno, y Francella compone a un personaje con mucha ternura pero marcado por la mediocridad. Katz no los juzga, los describe incluso con algo de piedad. Por eso Los Marziano no es una película rara, sino una película exacta. No pertenece al cine independiente marcado por rasgos modernos y tampoco pertenece a un cine industrial adocenado. En realidad, no especula con pertenecer a ninguno de los dos espacios. Pero su profundidad, sus ideas claras y, finalmente, su emotividad deberían dejarle ocupar un espacio grande dentro del cine argentino. Los Marziano es, por encima de todo, una buena película.