Los Marziano

Crítica de Rosa Gronda - El Litoral

Sonrisas y peligros en terrenos resbaladizos

Con su tercer cortometraje, la directora Ana Katz da un bienvenido salto desde la realización independiente al cine industrial, erosionando la tradicional comedia de costumbres para construir sobre un terreno tan imprevisto como los pozos que misteriosamente aparecen en el más seguro de los barrios cerrados.
Convengamos que la sola idea de que un confortable campo de golf, adentro de un exclusivo barrio cerrado, se torne imprevistamente peligroso porque manos anónimas cavan pozos adonde puede caer una persona, es un marco inquietante y diferente para una comedia. En este terreno -aparentemente plácido pero en el fondo inestable e inseguro-, el guion introduce la historia de dos hermanos enemistados, que no se hablan desde hace tiempo y tienen la posibilidad de encontrarse en una fiesta familiar, gracias a los buenos oficios de las mujeres (Mercedes Morán y Rita Cortese), que hasta hacen una lista sobre los temas que conviene mejor no tocar para conservar la armonía. Algo que parece de todos los días pero que en manos de la directora Ana Katz, devenida del cine independiente, se convierte en algo extraño pero entretenido e interesante.

Inconfundiblemente nuestra, la película habla de los argentinos puertas adentro, aunque es atípica para los cánones del cine nacional con aspiraciones masivas, quedando lejos del relato familiar marcado por los estereotipos que arrastran público en busca de la carcajada fácil. Con sello propio, “Los Marziano” se conforma como un relato entretenido pero también incisivo, lejos del costumbrismo más convencional, donde las emociones se consiguen sin necesitar de golpes bajos.

Desde el umbral

La película observa lo que ocurre en la interioridad de los lazos familiares, pero sin profundizar, como quedándose en la vereda o atrás de la ventana. Los encuentros y desencuentros de Los Marziano se desarrollan a veces en amplios planos que recorren los verdes espacios abiertos del country o la confortable casa de Luis Marziano (magnífico Arturo Puig), donde no pareciera faltar nada material para la felicidad pero son otras las cosas que no andan bien. La acción también se desplaza a los reducidos espacios del departamento de Delfina (Rita Cortese) o la casita donde vive la ex esposa de Juan (Francella) con la hija adolescente. También se incorporan los ambientes de consultorios y simposios médicos, adonde la hermana generosa y maternal cálidamente compuesta por Rita Cortese arrastra a Juan persiguiendo al profesional más afamado, para consultarlo sobre una extraña enfermedad que repentinamente le impide ver correctamente.

Casi todas son situaciones que tienen una doble lectura, connotativa y simbólica: no ver, no entender, no poder estar seguro de si te vas a caer en un pozo... Se destacan los pequeños detalles cotidianos trabajados a la perfección y que dejan entrever grandes conflictos, a los que no interesa ahondar sino tan sólo presentar: las relaciones entre los hermanos o entre Juan y su hija, nos quedan tan pendientes como la carta que ella intercambia con su padre donde afirma haber puesto todo lo que piensa de él y nunca pudo decirle. Esto no impide disfrutar de la sutileza de los pequeños diálogos, los matices y tonos actorales sobresalientes que permiten apreciar facetas asombrosas de los intérpretes.

La música tiene mucho protagonismo aunque casi intrusivo por momentos, con temas de tierra adentro, aprovechando que Juan viene a la Capital desde Apóstoles (Misiones) y suenan temas del Chango Spasiuk, que también subrayan el otro costado de la comedia o que directamente la des-encasillan. A pesar de que la película tiene bastantes situaciones sin cerrar, Katz logra un relato inteligente, entretenido y refrescante, de humor agridulce y críticas en sordina, que merece el reconocimiento de su particular originalidad.