Los Marziano

Crítica de Lucas Moreno - Bitácora de Vuelo

UY, UY, UY

¡¡¡Qué horror la música!!! No las canciones, bien elegidas por su ironía. Es la música incidental de Chango Spasiuk la que apesta y me hizo tomar un ansiolítico a mitad de proyección. Esta musicalización no entiende a Ana Katz. El compositor sentencia, con su guitarrita sensiblera y unas notas sueltas de piano: una comedia alegre para toda la familia; para llorar y pensar sobre la fuerza del cariño. Pelotudo.

Ana Katz, en cambio, reconoce que la suya es una comedia amarga sin decisiones morales.

Me cuesta creer que a la directora le haya agradado esta sobremusicalización. No sé. Mejor me imagino al manager de Guillermo Francella reunido con los productores ejecutivos. Lo imagino al manager preocupado tanto por la respiración del montaje como por la acidez temática. Lo imagino sugiriendo que debería ser una comedia más amable… más del corazón, vio? Y los señores ejecutivos meditan un rato. Claro, más del corazón. Mirá, Ana, todo bien, pero le demos la onda del peor cine argentino, esa onda que le gusta a la gente, que a la semana te regala para la tele un 1 millón de espectadores y se puede pasar en los colectivos. Y Ana, neurótica talentosa que se curte a Daniel Hendler, sufre una gastritis. Visita a su terapeuta y con la madurez trágica de los neuróticos se resigna.

¿Qué hubiese pasado si en lugar de esa música de mierda las imágenes confiaban en sus encuadres, en sus actores y en un diseño sonoro sobrio y sugerente?

Sería la tercer obra maestra de Ana Katz. La primera fue el Juego de las Sillas. La segunda, Una Novia Errante. Ambas son sátiras sobre el espanto humano, investigaciones asfixiadas sobre el ridículo familiar. Películas perfectas y crueles que maltratan a sus personajes. Sobre el final, Ana Katz entrega redenciones tibias, más por la culpa que le provoca su sadismo que por lógica de guión. Los Marziano tiene mucho de esto pero suavizado. Cuando la película se descarrila, su perversión es encantadora. La perversión Katz. Quizá por eso Los Marziano deslumbra cuando aparece Rita Cortese, una hermana obesa, posesiva y depresiva que engorda tragándose dramas familiares. O cuando los gags físicos, más que slapsticks, terminan siendo bromas mórbidas, dudosas e inquietantes.

Desinfectando la música, los ojos gastados de Francella y las represiones que sufrió Ana Katz, Los Marziano está copada. Ninguna película con olor a choripán te muestra un country en donde mágicamente aparecen pozos para que los residentes se caigan. Tampoco una película de humor fácil le daría a Francella una enfermedad que no lo deje leer, o pondría a Rita Cortese persiguiendo a un neurólogo que hace de sus conferencias shows académicos. Detalles que marcan otra puntuación.

O sea, desde su música y su cartelería barata, Los Marziano parece una comedia familiar grasa, pero nada que ver. Al sentir las escenas, uno entiende que Ana Katz desorienta a sus personajes con categorías familiares que no pueden agrupar, porque directamente no funcionan. La angustia de Puig, Francella y Cortese amaga alejarse cuando dejan de pensarse como familia y se reconocen en casilleros alternativos como la amistad, la violencia o hasta el incesto, tocado apenitas pero tocado.

Entonces sí: la bronca de Ana Katz contra la institución familiar trata de ocultarse. Como si los productores ejecutivos le hubiesen dicho a Chango Spasiuk: no le hagás caso a la amargura, hacé de cuenta que es una película familiera super feliz. Y se mandó este compositor con sus melodías insoportables.

Ojalá que para el DVD se las saquen. Ojalá.