Los Marziano

Crítica de Diego Batlle - La Nación

En su tercer largometraje, Ana Katz consigue emoción sin apelar a clisés ni a golpes bajos

Con películas como El juego de la silla y Una novia errante, Ana Katz se convirtió en una de las autoras y directoras más personales del nuevo cine argentino (también se destacó en el teatro off). Ahora, con Los Marziano , incursiona por primera vez en una producción industrial (un elenco lleno de estrellas y un presupuesto mucho más holgado que en sus trabajos previos) y sale más que airosa del desafío.

Si alguien esperaba que Katz hiciera "una comedia para Francella", Los Marziano está muy lejos de cumplir esa expectativa. Puede decirse con certeza (y esto habla muy bien tanto de la convicción de la realizadora como de la ductilidad y profesionalismo del popular actor) que es Francella quien se adapta al universo de Katz en un papel bastante alejado del histrionismo habitual y de la exaltación del chanta porteño que ha construido en tantos proyectos para cine y televisión.

En sintonía con el arriesgado camino interpretativo que tomó desde El secreto de sus ojos, Francella encarna aquí a Juan, un hombre que regresa a Buenos Aires desde Tucumán aquejado por una extraña dolencia que le ha quitado la capacidad de leer. Instalado en casa de su hermana Delfina (Rita Cortese), esta confundida criatura intenta retomar el contacto con una hija a la que no ve (y no entiende) desde hace demasiado tiempo, pero se niega a reencontrarse con Luis (notable trabajo de Arturo Puig), su hermano mayor, que disfruta de una situación económica bastante más holgada, aunque su matrimonio con Nena (Mercedes Morán) y la convivencia con sus vecinos en un country están lejos de ser ideales.

Las dos mujeres, Nena y Delfina, tratarán de que los orgullosos hermanos superen los rencores y miserias que los separan en una tragicomedia punzante, un film agridulce de humor absurdo y asordinado que elude los lugares comunes, las explicaciones tranquilizadoras y las resoluciones demagógicas.

Más cerca del Paul Thomas Anderson de Embriagado de amor o del Wes Anderson de Los excéntricos Tenenbaum que del costumbrismo de Esperando la carroza, la directora sabe cómo arribar a la emoción sin apelar a clisés ni golpes bajos. Estamos, es cierto, ante una propuesta un tanto "deforme" y arriesgada para un producto con aspiraciones masivas como éste, pero sus problemas (como el uso subrayado, intrusivo y ampuloso de la música) no alcanzan a dañar el resultado final de esta noble, cuidada y sentida película de ese extraño talento que es Ana Katz.