Los jóvenes amantes

Crítica de Mariano Casas Di Nardo. - La Prensa

­El cine francés es, tal vez, el más impredecible de los europeos. Parte de premisas tentadoras e irrefutables dignas de mandíbulas caídas, como afiches categóricos, actores que soportan primerísimos planos mientras se miran enamorados, títulos cautivantes y la Torre Eiffel de costado ofreciéndole al cuadro esa aura de eternidad. Después, la historia propiamente dicha y la dirección, pero una vez que ya estamos metidos en la película. Y promediando la cinta, el momento de la verdad, cuando toda esa previa confirma si es un gran filme o si fue todo una jugada de marketing que sirvió a la confusión para comprar la entrada.

En lo que respecta a 'Los jóvenes amantes', podríamos decir que es tan pretenciosa, con ínfulas de ser la cinta francesa del año, que aunque queda a mitad de camino ya le sobra para ser una película interesante. El comienzo nos muestra una situación confusa en un hospital, donde no se logra dilucidar quién es quién, pero sí vemos el amor que se enciende en Pierre (Melvil Poupaud), un joven médico que queda cautivado por la belleza y elegancia de Shauna (Fanny Ardant), una mujer refinada que a simple vista lo duplica en edad. Pero esa burbuja se cierra en el tiempo y pasamos a la actualidad, quince años después, donde por cuestiones del azar y la lógica se reencuentran.

Una foto ajena había quedado entre ellos dos de ese cruce mágico, y no mucho más. Ella hoy tiene 71 y él 45. Pero el amor ya no es unilateral sino cuestión de los dos.­

La directora y guionista Carine Tardieu consigue con sus dos logrados personajes romper muchos estereotipos, llevarnos por caminos poco transitados y hasta chocantes, para demostrarnos poéticamente que no todo está contado en materia de corazones. Sin caer en lo naif pero tampoco en el morbo. Sí de manera sofisticada, va contando el cuento pero con un pecado casi capital: olvida la emoción, campo que pudo haber sido explotado sólo con imaginar la historia de esta misteriosa viuda arquitecta movilizada por un médico oncólogo casado y con hijos.­

Sin embargo, el mayor logro de Tardieu es equilibrar el cartel y las energías de Poupaud cuando su coprotagonista es nada menos que Fanny Ardant, una de las actrices francesas más importantes de las últimas décadas, quien supo ser dirigida por su ex marido François Truffaut, Alain Resnais y Ettore Scola, entre otros. Claro que Ardant llena la pantalla y todo lo que sale de sus gestos es lo cierto, pero igual la balanza -sobre todo en el final- queda regulada. Y eso ya es mucho decir.­