Los jóvenes amantes

Crítica de Luciano Monteagudo - Página 12

"Los jóvenes amantes": las sorpresas del amor.

Hay una deliberada paradoja en el título Los jóvenes amantes (es idéntico en el original), porque la inusual historia de amor que contiene es entre un hombre de 45 años y una mujer de 70. El (Melvil Poupaud) está casado, tiene dos hijos y vive y trabaja en Lyon, donde practica como médico oncólogo. Ella (Fanny Ardant) es una arquitecta parisina, viuda, madre y abuela de una adolescente. Nada indicaría que esos dos personajes alguna vez pudieran cruzar sus destinos, pero aquí está este tenue, asordinado melodrama francés cuya mayor virtud es la de ir contra la corriente. A contramano de todo cliché, el hombre no corre detrás de una joven colega –como piensa incluso su propia esposa (Cécile De France)- sino que se enamora perdidamente de una mujer mayor, que ya se creía retirada de las lides del amor.

Esa sorpresa es el primer motor del film dirigido por la francesa Carine Tardieu, a partir del guion-testamento que le dejó su amiga Sólveig Anspach, una directora belga que tuvo cierto nombre más de dos décadas atrás, con La fuerza del corazón (Haut les coeurs!, 1999) y que murió en 2015.

Shauna no entiende bien al comienzo qué quiere de ella Pierre, a quien había conocido fugazmente en una desangelada noche de hospital tres lustros antes y del que ya ni siquiera se acordaba. Pero un reencuentro fortuito le hace replantear toda su vida y sus prioridades. Para su propio asombro, se siente atraída por ese médico apasionado por su trabajo, que súbitamente comienza a cortejarla, como si la diferencia de edad no existiera entre ellos. Y despierta en ella un deseo que ya creía perdido.

Es una pena que el guion de Anspach y Tardieu (ahora firmado también por otros dos nombres que suman demasiadas manos al teclado de la computadora) comience a cargar el barco de enfermedades y desgracias, porque el núcleo de Los jóvenes amantes sigue siendo lo esencial: la posibilidad de que el amor surja en cualquier momento y a cualquier edad.

Si el film consigue sin embargo mantener una permanente dignidad a pesar de tanta pena y tanta herida es básicamente gracias a su estupenda pareja protagónica, que nunca condesciende a ningún recurso fácil. La Ardant sabe hacer valer el peso de su nombre y de su historia: al fin y al cabo, protagonizó grandes historias de amor (para François Truffaut y Alain Resnais, entre otros) y demuestra que todavía está en condiciones de hacerlo. A esa confianza le suma las fragilidades y dudas de su edad, que la directora Tardieu expone con discreción, como cuando ella, en manos de su amante, se siente tácitamente avergonzada de las suyas, venosas y arrugadas.

Por su parte, Poupaud vuelve a demostrar que es el actor francés más versátil de su generación. Del inmaduro coleccionista amoroso de Cuento de verano (Eric Rohmer, 1996) al conservador padre de familia de Por gracia de Dios (François Ozon, 2018), pasando por el sorprendente transexual de Laurence Anyways (Xavier Dolan, 2012), no hay papel que se le resista y al que no aporte su personalidad. Aquí el guion no alcanza a justificar el súbito flechazo de Pierre por Shauna, más allá de la serena belleza de Ardant, pero aun así Poupaud se las ingenia para dotar a su personaje de una verdad que la película no necesariamente le provee.