Los jóvenes amantes

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

La historia que cuenta esta película francesa es inusual: un médico (Melvil Poupaud) se enamora de una mujer que le lleva unos veinte años (Fanny Ardant, que hoy tiene 73 y en el film interpreta a una arquitecta jubilada), a la que había visto solo una vez, mucho antes de caer en ese embrujo definitivo. El doctor tiene esposa e hijos, pero el flechazo es inapelable: muy pronto contará la verdad e intentará que esa relación iniciada furtivamente se consolide. El contexto no es sencillo: además de la crisis familiar que desata la noticia, el vínculo empieza a tambalear muy pronto.

No es falta de deseo lo que experimenta ella, ya muy acostumbrada a una vida en solitario y sorprendida por la aparición de ese romance intenso cuando claramente no lo esperaba. La indecisión parece más motivada por los prejuicios sociales que normalmente sobrevuelan un caso así y por una inseguridad personal que la conduce a la fría incredulidad. El planteo de la historia es interesante: ¿no puede una septuagenaria tener aspiraciones amorosas con alguien más joven? Y el film responde el interrogante con sutileza, con discreción, sin declamaciones.

Originalmente, quien trabajaba en el proyecto de este largometraje estrenado en 2021 en el Festival de Roma era la islandesa Solveig Anspach, cineasta que desarrolló la mayor parte de su carrera en Francia. Falleció en 2015, a los 54 años: Los amantes jóvenes está dedicada a ella. Antes de morir, Anspach manifestó su voluntad de que la película alguna vez se rodara y estrenara. Tomó la posta la parisina Carine Tardieu, cuyo interés principal fue, según sus propias palabras, “reflejar la presión que sufren las mujeres en la lucha contra el tiempo y contra su cuerpo”.

En el guion original había un desnudo frontal del personaje de Ardant que Tardieu y la propia actriz prefirieron suprimir. Sí se conservó, en cambio, una escena en la que la protagonista comparte una jornada en un natatorio con varias mujeres de su edad, todas con los cuerpos marcados por el paso del tiempo pero también embargadas por una alegría palpable que solo pueden disfrutar cuando están protegidas de la presión social. Es una mirada atenta y amorosa de la directora y uno de los pasajes más emotivos de una película pensada principalmente para el lucimiento de una estrella -Ardant, una gran profesional que trabajó a lo largo de su extensa trayectoria con directores como Francois Truffaut, Alain Resnais, Ettore Scola y Sidney Pollack-, pero que además cuenta con muy buenos intérpretes de reparto, en especial Cécile de France, la magnífica actriz belga que Clint Eastwood convocó para Más allá de la vida (2010) y que brilló en El niño y la bicicleta (2011), de los hermanos Dardenne. Le toca encarnar a una mujer despechada que igual logra reaccionar con valentía y entereza cuando se da cuenta de que aquello que parecía imposible se vuelve inevitablemente real. Y lo hace con una sensibilidad que conmueve, complementando a la perfección la que Ardant deja traslucir en cada una de sus apariciones.