Los inocentes

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

Maltrato, retorno y venganza

Ambientada en una zona rural argentina a mediados del siglo XIX, Los inocentes es inicialmente la historia de una encabezada por un despiadado terrateniente que maltrata a su hijo, su esposa y los esclavos negros que mantiene ilegalmente en su hacienda. Lito Cruz encarna con convicción a ese malvado de manual que evidentemente goza con la tortura física y psicológica de todo aquel que se le acerca. Convencida de que ese ambiente no es mejor para su hijo (Ludovico Di Santo), la señora de la casa, una mujer sumisa e indolente que de a poco también desnudará cierta inclinación por la crueldad, decide enviarlo por un tiempo prolongado a la ciudad. A partir del retorno del joven, que llega al reencuentro con sus padres ya acompañado por su pareja (Sabrina Garciarena), la película da un giro, relacionado con una venganza en la que tendrán un papel central los elementos sobrenaturales, y avanza en ese terreno sin temor a los excesos. Ese golpe de timón provoca algunas zozobras, pero beneficia al film, le confiere una libertad y un vuelo del que adolece en la primera mitad.