Los indestructibles

Crítica de Juan Pablo Ferré - CinemaScope

Pura y dura

Sylvester Stallone volvió con todo... o con todos... o con algunos de los más grandes ídolos del cine de acción de los últimos 30 años, en especial, él mismo. Con la excusa de querer contar una historia de acción pura y dura, brutal, impactante y en donde menos vale maña que fuerza, nos entrega exactamente lo que se propone, un filme en donde el espectador debe olvidarse un poco de su sentido común y "disfrutar" de las trompadas, patadas y explosiones.

El golpe marketinero de juntar a todos esos héroes en una misma película funcionó desde el primer aviso. Estamos hablando de ídolos de acción de los últimos tiempos -Jason Statham, Jet Li, el cómico grandulón Terry Crews o los pseudoactores Steve Austin, Randy Couture- mezclados con algunas figuras de los '80 -Stallone, Rourke, Dolph Lundgren (mejor conocido como Ivan Drago) y las apariciones estelares de Bruce Willis y Arnold Schwarzenneger, en una participación muy promocionada y bastante menos especial de lo esperado para lo que supuestamente sería la escena más memorable del filme-. Con todos esos pesos pesados juntos en una misma pantalla, uno no puede esperar menos que ametralladoras grandes, huesos rotos, cabezas volando por los aires y explosiones por doquier. Y el filme, aunque no lo haga de la mejor manera, nos brinda todo eso.

La principal crítica ya está hecha, pero hablando técnicamente se trata de un pobre guión, diseñado únicamente para el lucimiento de las escenas de acción. Sin embargo, es mucho peor que eso, porque una dirección descuidada hacen que todo el artificio que esperamos ver y que nos venden esté desplegado en pantalla de manera desordenada o mal enfocada. Durante el metraje hay una insistencia por parte del director de poner la cámara demasiado cerca de la acción y no permitir que las coreografías de peleas o los movimientos grupales se perciban decentemente. Es cierto, hay patadas y explosiones por doquier, pero la manera de mostrarlas no es la más adecuada.

Siguiendo con detalles del guión, dirección y organización, es obligatorio nombrar al imaginario estado dictatorial que nos propone la historia para que nuestros héroes salven. Se trata de una extraña republiqueta bananera, media hispana, media brasileña (hay carteles en portugués en los fondos de las escenografías) y en donde ni siquiera sus propios habitantes saben hablar un idioma coherente. Tanto el pobre de David Zayas (quizá lo conozcan como Batista en la serie Dexter) que interpreta al gobernante del lugar como la pobre de Giselle Itié (que es brasileña, dicho sea de paso) que juega el papel de la bella de turno, ¡nadie en todo el metraje puede hilar una frase coherente en español! ¡El hiperpolíglota Viggo Mortensen o el "arameo por un rato" Jim Caviezel deben sentirse orgullosos!

Párrafo aparte se merecen las actuaciones. Lo de Randy Couture, Steve Austin (ambos luchadores profesionales invitados a participar por sus músculos) como el querido Dolph "Drago" Lundgren tienen performances absolutamente patéticas. El propio Dolph dijo en una entrevista "hacía 20 años que no tenía tantos diálogos en un filme", por lo que podemos ser un poco permisivos. Pero héroes de acción experimentados como Jet Li y el propio Stallone también dejan mucho que desear. O quizás es que las cirugías hicieron que sus rostros se quedaran sin expresión. El único que se salva de las grandes figuras es Statham, que con su carisma de siempre logra remontar casi solo un elenco que pesa. Y con su participación estelar, Mickey Rourke nos brinda una escena memorable, sentida y comprometida en donde no sólo se luce como actor, si no que le brinda al filme un manto de sensibilidad, de valor y de sentido con un parlamento genial que termina significando el alma de la historia, la materia que une a todos los músculos en un objetivo común.

Por último, el personaje de Eric Roberts es el que más nos hace acordar a este supuesto homenaje a las películas de los años '80: un yanqui explotador que maneja a los títeres que se encargan del trabajo sucio logrado con bastante carísma y mucha exageración, que suponemos que es buscada. Ah, y destacable es el hecho de que Stallone, bien pasados los 60 pirulos sea capaz de correr a gran velocidad por un muelle y saltar para colgarse de un avión que está arrancando. Sencillamente impresionante.

Los destruídos... Digo, Los indestructibles es una película que cumple con lo que promete: golpes, patadas, tiros, patadas, golpes, tiros y más patadas, sólo que no lo hace de la manera esperada para un director experimentado -aunque nunca genial- como es Sly. Recomendable sólo para los fanáticos del género y alguno que siente nostalgia de estos ídolos de acción de los '80, es un filme que no resiste el análisis detallado, pero que como producto cinematográfico dedicado al público masivo funcionará de mil maravillas, porque, pese a todo, no deja de ser un filme entretenido. Ustedes deciden...