Los Indalos

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

Los tres directores de “LOS INDALOS” Andrés “Gato” Martínez Cantó, Santiago Nacif Cabrera y Roberto Persano trabajan dentro del terreno del documental, con una mirada siempre implicada con lo social dentro del terreno de la política.
Mientras ruedan un documental que hace foco en la revolución sandinista, cruzan su camino con el de Aurora Sánchez, “La Cachorra”.
Inmediatamente conocen su historia familiar y deciden, rápidamente, convertirla en la protagonista de este nuevo documental que arranca en aquel enero de 1989 cuando durante la toma de La Tablada en plena época del gobierno de Raúl Alfonsín, su hermano (el “Gordo” Sánchez) y su hijo (Iván) –el tío como referente absoluto de su sobrino en esta lucha de compromiso social- formaron parte de los amotinados y terminaron siendo dos de los tantos desaparecidos que se produjeron en este trágico suceso.
“LOS INDALOS” parte de este hecho pero no se detiene sólo en este punto como centro de la narración. Intenta, por el contrario, atravesar no solamente una típica historia de desaparecidos sino que habla fundamentalmente de la historia de una familia con un fuerte espíritu militante, aparece ineludiblemente el relato de los exilios forzados y casi naturalmente, se cuela el hecho de que después de pasado mucho tiempo, han quedado profundas marcas tanto en Aurora como en su hija y se hace presente ese dolor que involucra este entramado dentro del alma familiar.
Aparece la emoción a flor de piel y los directores aprovechan esos momentos íntimos para que el documental tenga una resonancia diferente. El documental, poco a poco, va entretejiendo varias líneas que convergen en la figura excluyente de Aurora Sánchez, eje del relato y quien conduce la historia con su personal estilo.
Allí veremos esa figura de admiración que Iván veía en su tío, que había participado en la Revolución Sandinista, de un grupo comando en Paraguay, y que abandona la comodidad de la vida en París para enfocarse en su deseo de participar en la revolución en Nicaragua. Allí lo acompañará Iván, dejándolo todo y continuar de este modo con esa línea, una estirpe que ha participado activamente en la militancia revolucionaria: algo aparentemente inscripto en el ADN de la historia familiar.
¿Qué son los indalos? Son una representación prehistórica del dios del arco iris que se solía grabar en cada uno de los hogares contra los maleficios. Aurora tiene sus propios indalos protectores. Nos los presenta de esa forma y así como nos habla de su hermano, también sorprende con la emoción y el relato de su hijo a quien siente presente en el aquí y ahora.
Ella es la encargada de hacer un doble recorrido: también en un nuevo viaje vuelve a transitar el camino de la historia de su padre, su lucha y el contexto sociopolítico en el que perdió su vida. Vuelve a sus orígenes, siente la presencia de sus ancestros y de alguna manera, vuelve a transitar ese recorrido como parte de su historia.
Es interesante como los directores eligen no detenerse en ningún punto en particular ni darle trascendencia a ninguno de los micro relatos que aparecen, por sobre los otros, sino que tratan de ir equilibrando todos los temas, mientras Aurora lleva el pulso del relato. Al mismo tiempo que ella describe cómo siente esa presencia de Iván en su cotidiano, recorre su pasado y evoca la figura de Yayo, su padre, que le permite seguir redefiniendo su presente, es interesante el conflicto que se presenta con la figura de su hija Maira.
Allí aparece algún resentimiento, alguna cuenta pendiente entre ellas, recuerdos de la crianza y alguna culpa por no haber estado totalmente presente cuando ella era una niña y la necesitaba. Una herida del pasado que sigue abierta, un vínculo complejo con su madre y esa fuerte necesidad de ir soltando estas figuras tan potentes de su pasado, para poder vivir libremente su presente, liberarse y fluir.
Así como en algún momento el cuerpo de el “Gordo” Sánchez dejó de ser un NN, y gracias a varios años de intenso trabajo del Equipo de Antropología Forense, le fue entregado a su hermana y finalmente durante un mediodía de Mayo de 2013 pudieron esparcir sus cenizas en una emotiva ceremonia junto a la Pirámide de Mayo, Aurora todavía espera por justicia para su hijo Iván.
Ella permanece firme e inquebrantable en esta lucha por honrar la memoria familiar, su propia historia e ir cerrando esas heridas latentes. Los directores dejan que su relato discurra sin ningún tipo de intervención para que por debajo de su magnética y carismática figura, puedan aflorar naturalmente algunos momentos de genuina emoción.
Y es allí cuando aparecen sus lágrimas expresando de algún modo ese dolor que la sigue habitando, esa historia de vida que ha sido dura desde su nacimiento –su madre le recordaba agradecer su existencia a su hermano, que había fallecido prematuramente- que la transforma en un ejemplo de superación, de sobrevivencia, de narradora vital de toda una historia familiar que late a través de este documental.