Los Indalos

Crítica de Laura Pacheco Mora - EscribiendoCine

Lucha de gigantes

Una mujer marcada por la desgracia ya desde que estaba en el vientre de su madre. Su existir relacionado con la muerte. Su vida tiene que ver con la lucha de los hombres más importantes de su vida, su hermano en Argentina, su hijo en Nicaragua y su padre en España, cuyo denominador común es: la lucha por la libertad, dejando como herencia la dignidad en la lucha de los pueblos. Porque al mundo también se lo puede cambiar contando historias... los índalos son un rayo de sol, tan eternos como el mar...

Los Indalos (2019), es un documental que nos relata una valiente historia inspiradora y digna de ser contada, se trata de la lucha de Aurora Sánchez, “La Cachorra”, heredera de una estirpe de revolucionarios, que aquí evoca su vida. Una historia que se inicia con la lucha de sus padres en la España republicana y su posterior arribo a la Argentina. Todo un siglo de militancia, de sangre derramada y de vidas ofrendadas a la revolución. Roberto e Iván, su hermano e hijo, comparten el exilio en las salvadoras tierras francesas, comparten trinchera en la triunfante Nicaragua sandinista y, como un capricho del destino, comparten su desaparición durante el intento de copamiento al cuartel militar de La Tablada. Hoy la lucha de Aurora pasa en conseguir justicia para sus “Indalos”.

Los cineastas de este documental, Gato Martínez Cantó, Santiago Nacif Cabrera y Roberto Persano, lograron contar esta delicada historia de una manera muy creativa, con un estilo didáctico, simbólico y visual que se destaca, además del sumo respeto a la protagonista y a quienes descansan en paz. Nos trasladan a España, Buenos Aires, Nicaragua y Francia, lugares de diferente idiosincrasia, en donde estos héroes silenciosos dieron batalla. Conservan la naturaleza de cada lugar a través de la música, imágenes, animales, movimientos y miradas de personas, diferentes planos y ritmos, brindándonos un respiro ante la carga emotiva del relato. Cambian nuestro estado de ánimo con música alegre, sonido de bombardeos y con la recurrente imagen del mar, combinando playas alegres con la localidad Miravet en España, el cementerio sin cruces del que sobrevivió el padre.

La historia es acompañada con planos fijos cuya composición es muy interesante, fotogramas que contrastan colores y formas de la naturaleza, connotando vida con frutos por un lado y por otro, imágenes duras de lugares destrozados por la guerra aún abandonados que gritan dolor. Es de destacar la armoniosa alternancia de los sucesos relatados por Aurora, las viejas cartas que intercambiaron con su hermano desde la cárcel como documento sustancial, fotos viejas y testimonios muy emotivos, en especial el de Leandro, sobrino de Aurora, que creció visitando a su padre en la cárcel.

Maira, la hija de Aurora, cree en la memoria celular y que no es casual tener tres hombres en su familia que hayan dado batalla, considera que tiene que ver con sus ancestros y en cierta forma, con ella misma y su madre. En un viaje que realizan juntas cierra un ciclo, una vida marcada por recuerdos, olores, sabores y música. Todos estos elementos, representados de manera impecable por los realizadores.

Hasta el día de hoy, Aurora sigue buscando a su hijo Iván... a él, a su hermano y a su padre les debemos mucho... hombres con convicción y fortaleza, que convirtieron a ese monstruo enemigo e invisible, en pequeño... son los indalos de Aurora, sus protectores, los que no permiten que ingresen los de mal ángel, los que sostienen un arcoíris... los que soñaron con un mundo mejor... esos que fueron capaces de dar su vida por lo que creyeron justo y ayudar a los demás. Ellos, son nuestros indalos también.