Los huéspedes

Crítica de María Inés Di Cicco - La Nueva Provincia

Un magro intento de Shyamalan por recuperar sus sentidos

Firma de títulos tan irregulares como “Señales”, “La aldea”, “La dama del agua” o “El protegido”, el indio nominado al Oscar procura ser el creador que reveló en “Sexto Sentido”.

No hay lugar como la casa de los abuelos. Nietos como Becca y Tyler lo saben.

Estos hermanos están ansiosos por visitar a su "Nana" y su "Pop Pop" en su granja ubicada en la zona rural de Pensilvania, en Filadelfia. Hace muchos años que no van por allí y saben que los espera una semana de mimos especiales, paseos por la nieve, comida casera y las galletas especiales horneadas por la abuela.

"Hace años que no veía a tu abuela así de feliz", comenta el abuelo. Y cuando los chicos le cuentan a su madre las vacaciones transcurren en orden y mejor de lo esperado, llegan las primeras advertencias, el ambiente se tensa y todo indica que los abuelos no están bien, que lo aparente engaña y, de un momento a otro, algo extraño sucederá.

M. Night Shyamalan volvió al circuito independiente, con Los huéspedes, un filme producido de bolsillo propio, que busca resarcir al director indio de los fracasos más recientes, tan bien financiados como estruendosos.

En este filme, donde el elenco se presenta sólido, con más actores que estrellas, con una fotografía e iluminación que logran los climas de bienestar e inquietud precisos para las demandas del guión, lo que lo pone en duda es, precisamente, el desempeño del director.

El hombre que comenzó en las alturas con su primera película, Sexto Sentido (1999), declinó a medida que fue ascendiendo en popularidad y recursos a disposición de la concreción en pantalla de sus guiones.

Hoy, cuando intenta recuperar su identidad como nuevo maestro del suspenso, da la impresión de verse superado por su propia tormenta de ideas.

Entonces, no la historia que cuenta, sino articulación de los climas que introduce en su narración la vuelven bipolar. Se ríe, se asusta, llora; rapea y se aterra, todo en un mismo combo que presta a confusión.

Sí -vale subrayarlo- que el hombre no ha perdido la habilidad de crear suspenso, motivo para esperanzarse en el renacimiento del Fénix de entre sus propias cenizas.