Los huéspedes

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

Jubilados violentos

El imperio de M. Night Shyamalan duró poco. Unánimemente alabado, casi sin pudor por las concéntricas esferas cinéfilas tras el estreno de Sexto sentido (1999), el director de misterioso nombre, así como arribó de la nada, fue cayendo en descrédito desde su segundo opus, Señales (2002). Los escalofríos espectrales que parecían su marca de fábrica fueron revelando una matriz kitsch, y cada nuevo paso de Shyamalan fue tratado con condescendencia, cuando no con burla lisa y llana.
Los huéspedes es un giro respecto de ese estilo en principio porque se trata de un foundfootage, otra cría de Blair Witch Project, pero también porque –y quizá, por lo precedente– contó con un magro presupuesto, en contraste con sus ampulosas producciones. Esta es una historia de abandonos. A los diecinueve años, una mujer deja la casa paterna para irse con el futuro padre de sus hijos, al que los padres desaprueban. Abandonada luego por su pareja, conoce a un hispano con el que sale de vacaciones, y envía a sus hijos al cuidado de sus padres, a quienes no volvió a ver desde los 19. Pero los chicos, Tyler y Becca, se encuentran con dos ancianos dementes, que deambulan de noche con un cuchillo y dicen incoherencias. En la tónica de un Hansel & Gretel contemporáneo, Shyamalan confecciona una historia divertida, con buenas actuaciones y algo que siempre faltó en sus films: humor.