Los huéspedes

Crítica de Jonathan Plaza - Función Agotada

Un viaje iniciático

Cuando me acerqué a Los Huéspedes (The Visit) sabía que me enfrentaba a un found footage de suspenso dirigido por M. Night Shyamalan. No se me ocurría un escenario peor. Otro exponente del ya más que agotado subgénero dirigido por un realizador que está en el punto más flojo de su carrera desde el año 2000.

Sin embargo, la sorpresa al adentrarme en el metraje fue tal que, por un momento, me sentí decepcionado. Se suponía que en esta crítica iba a hablar de las horribles El Fin de los Tiempos, La Dama en el Agua y El Último Maestro del Aire (en mi criterio una de las peores películas jamás filmadas). Se suponía que iba a hablar de cómo el tipo sufrió una especie de karma a partir de que algún trasnochado crítico anglosajón escribió que era el nuevo Hitchcock, tras estrenarse Sexto Sentido. El cine todavía da algunas sorpresas y si bien Shyamalan continúa NO siendo Hitchcock, Los Huéspedes es una de las películas de terror más disfrutables de este año amarrete.

El director indio no hace un found footage sino un lindo mockumentary pre-adolescente que en la diégesis del relato dirige Rebecca, una piba que odia los efectismos y sueña con que sus planos indies aparezcan en la pantalla de Cannes. En su proyecto documental la va a ayudar su hermano Tyler, que quiere ser rapero y tiene una postura misógina sólo porque es la idea de éxito que le venden sus héroes. Los chicos aprovechan que van a conocer a sus abuelos para intentar rellenar un espacio incompleto en su memoria familiar, las razones por las cuáles su madre se fue de su casa natal años atrás cortando el contacto con su familia primigenia. Esta incógnita a resolver funciona como transferencia ya que su padre los abandonó siendo muy pequeños y quizás, resolver aquel conflicto les permita destrabar el propio, ese que no quieren aceptar.

La película es entonces un viaje iniciático hacia la adultez, como lugar en donde se revela que las cosas nunca son lo que parecen, por lo que deben reestructurarse dramáticamente todos los valores.

Shyamalan se aleja de los grandes presupuestos y centra la película en dos chicos y dos ancianos, potenciando altamente esa mirada Peterpanezca que caracteriza sus mejores obras.
El guión es redondo, por momentos quizás demasiado debido a algunos datos que se plantean de forma poco orgánica sólo para justificar algunas acciones en el final.

Por otra parte, el humor en la película resulta fundamental, no sólo por la precisión de los momentos elegidos para usarlo como válvula de escape sino porque, además, es la herramienta más nítida que usa el director para hacernos empatizar con esos niños (y tal vez, con nuestro niño interior). Los momentos de suspenso y terror están sostenidos sobre un clima hermosamente construido por lo que logran gran solidez.

M. Night Shyamalan entrega una de las sorpresas del año y lo hace con poco, con muy poco. Una buena idea, un buen grupo de actores (sobre todo los niños protagonistas) y la firmeza de sostener hasta el final las cartas con las que decidió jugar.