Los huéspedes

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Los regresos no son fáciles y casa, en tanto hogar, es un lugar gigante

Nada más reconfortante y entretenido que ver a un artista divirtiéndose con lo que hace porque esa diversión se transmite a su obra y contagia. M. Night Shyamalan tuvo la dispar suerte de hacer un primer superhit con la primera plata “en serio” que le dio Hollywood, luego de dos intentos de comedia sentimentaloide que nunca vimos acá de manera oficial. “Sexto sentido” (1999) no sólo sorprendió y dejó las uñas de todos los espectadores de la época incrustadas en los brazos de las butacas, también marcó un hito en la forma de ver y tratar a los ectoplasmas al punto de haberse acuñado como punto de referencia. De películas como “Los otros” (Alejandro Amenábar, 2001) se decía “es tipo “Sexto sentido”; y así con tantas otras.

Con la vara tan alta era de esperar que cualquier tráiler que dijese “Del director de…” volcaría masivamente al público a comprar una entrada. Así, cuanto más dinero tuvo el norteamericano para filmar, peor le iba. Abordaba buenas ideas, pero parecía dejarse llevar por la hipnosis que generan las mismas cuando se escuchan, en lugar de ocupar su tiempo en resolverlas de manera convincente en las páginas del guión. Su pericia incuestionable para generar climas ha entregado (en toda su filmografía) una primera media hora sólida, contundente, creativa e intrigante que luego se escurre como arena en las manos. Desde “Señales” (2002) en adelante fueron trece años en los cuales el creador no pegó una. Trece años que finalizan (esperemos) con este estreno.

En “Los huéspedes” la idea es simple. Dos hermanos, Becca (Olivia DeJonge) y Tyler (Ed Oxenbould) crecieron con su madre separada (Kathryn Hahn). Nunca conocieron a los abuelos maternos porque hubo una terrible discusión, y desde entonces se rompió el vínculo. Becca, aspirante a cineasta y fanática del lenguaje de la imagen, quiere matar dos pájaros de un tiro: por un lado, viajar a conocer a los abuelos junto a su hermano, por el otro, realizar una pieza documental sobre dicho viaje. Ambos viajan (solos) para ser recibidos por los ancianos. Todo va bien hasta que los chicos comienzan a percibir comportamientos extraños y hasta temibles. El astuto guión del propio Shyamalan hace anclaje en el punto de vista de los chicos y sus miedos al mundo adulto. Al mundo frente al cual se sienten débiles, vulnerables y a la vez emocionalmente dependientes.

En el tiempo que pasó desde 1999 a hoy, el cine de terror tomó los registros naturales, los reality show, el falso documental y el archivo encontrado como plataforma esencial para contar las historias. Tomó el lenguaje televisivo y de la era de youtube para hacer “más real” la ficción con resultados más predecibles (y mentirosos la mayoría de las veces) que novedosos. Se puso de moda la forma y hasta se trasladó a otros géneros.

M. Night Shyamalan parece haber tomado buena nota de estas modas para poder construir un relato que logra reírse de esos recursos todo el tiempo, justamente porque se lo toma en serio y al pie de la letra. Hasta en eso tira palos irónicos, porque, de verdad, esta es la primera vez que se cumple la propuesta. Todo es con una cámara primero, a la que se suma (de manera inteligente y creativa) otra. Nunca el relato traicionará este código, al revés de lo visto hasta ahora (empezando por la saga de “Actividad paranormal”, 2007-2015).

La enorme cantidad de guiños al género que el realizador incluyese suma al gran manejo del balance del relato en las dosis justas de tensión, suspenso y humor del bueno (hay un par de gags inolvidables). El aferramiento a la idea central de una película de este tipo, que es la de asustar, sorprender y sobresaltar, constituye la mejor virtud de “Los huéspedes” pues la capacidad narrativa no se ha perdido y se mantiene hasta el final, con una vuelta de tuerca de esas que hacen abrir la boca al espectador que para esa altura ha sufrido varios sobresaltos y momentos tensos.

Claro, como siempre se necesita un buen elenco. Olivia DeJonge y Kathryn Hahn ofrecen solidez y credibilidad a la hija y la madre respectivamente, pero Ed Oxenbould se calza el traje de líder y tiene momentos tan desopilantes como esenciales para la construcción de su personaje. No es de extrañar la buena dirección de actores porque ya el pequeño Haley Joel Osmenttuvo su nominación al Oscar en 2000 por su niño con visiones de “Sexto sentido”. Ed Oxenbould, a quien ya habíamos visto lucirse en “Alexander y un día terrible, horrible, malo, muy malo” (2014), tiene una naturalidad, un desparpajo y una desfachatez frente a cámara que parecería haber nacido dentro de ella. Tendremos un gran proyecto de actor si puede manejar los excesos de gesticulación. Párrafo aparte para los abuelos. A Deanna Dunagan la hemos visto muy poco en cine, porque eminentemente es una actriz de teatro, que aquí pone toda la carne al asador. Lo que hace con su cuerpo en varias escenas resulta estremecedor y efectivo. Una delicia. Algo parecido sucede con el contrapunto que maneja Peter McRobbie, pues al revés de su partenaire es en el estatismo y la máscara neutra en donde hace anclaje para componer su personaje.

Sin dudas el despojo de presupuesto le sentó bien a M. Night Shyamalan. Volvió a las fuentes y se prepara para estrenar la próxima dentro de poco. Por ahora, a disfrutar del mejor estreno del género del año.