Los hijos del Diablo

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

Terror en el bosque

Sin ser un film revolucionario, se trata de lo mejor que el género de terror ha regalado en 2015.

El año que está a punto de irse será recordado como el del que quizás sea el récord de estrenos de películas de terror: van alrededor de 20 y se anuncian un par más de aquí a fines de diciembre. Muchas de ellas, además, invocan al diablo o a alguna de sus derivaciones (diabólico, infierno, infernal, etcétera), dando la sensación de que se trata de meros eslabones de una cadena antes que de productos autónomos.

La historia de Los hijos del Diablo es la de siempre: una pareja se muda con su bebé a una casa en el medio del bosque y se desata una serie de fenómenos sobrenaturales. Mientras tanto, la radio asegura que Irlanda, país donde se desarrolla el relato, avanza con un proceso de desforestación para paliar la crisis económica y continuar en la Eurozona. La relación entre ambos sucesos es directa: Adam (Joseph Mawle) estudia el crecimiento de los árboles para una multinacional. La revancha de los seres mitológicos que habitan el interior profundo del bosque será inevitable.

Sin ser extraordinaria ni mucho menos revolucionaria, la ópera prima de Corin Hardy tenía todos los elementos para perderse en el berenjenal de estrenos 2015, pero es quizás una de las más dignas y que mejor transita los lugares comunes del género. Se trata de un film pequeño, concentrado, que va de menos a más para terminar asustando con inteligencia, siempre apostando por un extraño verosímil político y sobre todo visual que remite al cine de los años '80 -de La Mosca a Gremlins, pasando por los primeros trabajos de Sam Raimi- antes que la actual era digital dominada por robots y superhéroes.