Los hijos de Isadora

Crítica de Javier Luzi - Visión del cine

A partir del solo Le mére de Isadora Duncan, el director Damian Manivel desarrolla en tres segmentos consecutivos la práctica, la puesta y la recepción de esa pieza coreográfica siguiendo a cuatro mujeres diferentes. Se estrena en Puentes de Cine.
Después de perder a sus dos hijos pequeños, que mueren ahogados cuando el auto en el que viajaban cayó al Sena, la bailarina Isadora Duncan, transida de dolor, tiempo después, desarrolló Le Mére, una obra coreográfica, para canalizar, de alguna manera, a través del arte, ese sufrimiento y homenajear y recordar a sus pequeños.

En Los hijos de Isadora el director Damian Manivel, también bailarín, sigue a cuatro mujeres que, a partir de la danza, se cruzan frente a nuestros ojos aunque no se conozcan entre ellas.

Una joven bailarina ensaya el solo en un estudio de baile, mientras lee la autobiografía de Duncan, estudia los pasos, se apropia de un sentir para trasladarlo a los movimientos y experimentarlos en el cuerpo. Una maestra y una alumna, una niña con síndrome de down, hacen lo propio mediante ejercicios y clases que tratan de explicar la importancia del gesto como contador de una historia. Finalmente, una mujer mayor, excedida de peso y que se ayuda con un bastón para andar, asiste a una representación de la obra y al volver a su casa podremos ver lo que provoca (en ella) el arte.

Casi sin diálogos, la historia se cuenta por las voces que leen el texto de la Duncan pero, también y principalmente, por los cuerpos y sus movimientos y, a través de la puesta en escena, vemos cómo se espeja en cada protagonista ese eje que conforman las maternidades: solitarias, en lejanía, trágicas. Ya sea ejercida o por ser, desde cada uno de los vértices de ese vínculo.

Si puede señalarse como algo fría la mirada quirúrgica de los dos primeros segmentos, no es menos acertada observarla como un acercamiento en donde la cámara se invisibiliza y va transmitiendo, sin subrayados ni explicitaciones, sensaciones sutiles y profundas. Lo que expone, en contraste, la construcción del tercer segmento que busca la empatía con una puesta que evidencia su artificialidad y su finalidad. No es que sea trazo grueso pero sí un poco facilista.

Los hijos de Isadora es una ficción con tintes de documental que acerca el mundo de la danza al público en general con sutileza y una puesta en escena donde el movimiento es vital.