Los hambrientos

Crítica de Mariano Patrucco - EL LADO G

Por momentos lenta pero filmada con pulso experto, su mezcla de terror tradicional y drama indie hace que Los Hambrientos esté más cerca de los zombies de George A. Romero antes que los de The Walking Dead o Guerra Mundial Z.

Los zombies en el cine de terror están lejos de desparecer. Con Night of the Living Dead(1968) George A. Romero creó algo más que una simple y efectista película de sustos con muertos reanimados. Crítica a la cultura consumista de la sociedad americana, el racismo, la participación de Estados Unidos en la Guerra de Vietnam y principalmente, nos muestra una nueva especie de monstruos que no son invasores extraterrestres ni criaturas de pesadilla: somos nosotros.

De ahí en adelante la popularidad del subgénero solo creció. Hoy en día tenemos una enorme cantidad de películas sobre muertos vivientes cada año y una serie de televisión que pese a sus altibajos (más bajos que altis) sigue gozando de buena salud. Pero con tanta sobreexplotación de los zombies se fue perdiendo el mensaje. Cada nuevo producto zombie ganaba en espectacularidad pero se vaciaba de su contenido temático. Por suerte sigue existiendo el cine independiente, para animarse a hacer algo distinto.

En un pueblo rural en la afueras de Quebec los cadáveres vuelven a la vida e intentan atacar a mordidas a sus seres queridos. Un grupo de sobrevivientes busca ayuda mientras intenta entender que está sucediendo. El comediante Bonin (Marc-Andre Grondin) se cruza con Tania (Monia Chokri), una mujer que dice haber sido mordida por un perro y la pequeña Zoe (Charlotte St-Martin). Céline (Brigitte Poupart) perdió a su familia y parece haber abandonado toda esperanza hasta que llega a la granja de Thérèse (Marie-Ginette Guay) y Pauline (Micheline Lanctôt). El adolescente Ti-Cul (Édouard Tremblay-Grenier) salva al anciano Réal (Luc Proulx) y juntos avanzan por el bosque.

Las historias de estos personajes se irán uniendo a lo largo del camino mientras escapan de las hordas de muertos vivientes que los acechan.

Más allá del terror, algunas pinceladas de gore y los momentos de tensión, lo que predomina en Los Hambrientos es el drama. Los personajes están sumidos en el desconcierto. No entienden lo que está pasando y avanzan casi por inercia motivados por su propio instinto de supervivencia que les susurra que permanecer demasiado tiempo en un lugar es una sentencia de muerte.

Este mismo desconcierto también se apodera del espectador. Robin Aubert nos lanza a la historia prácticamente sin dar explicaciones de nada, no vemos el progresivo avance del apocalipsis zombie; simplemente llegamos para ser testigos de las consecuencias. Algo que parece ser una estrategia bastante valiente en una época donde todo debe ser sobreexplicado y el público no puede tolerar un final ambiguo sin que alguien tenga que darles una aclaración servida en bandeja.

Los zombies de Aubert son bastante clásicos, se mueven rápido como los de 28 Days Later (2002) y parecen responder a un extraño sistema de creencias: a lo largo de la película los vemos reunidos en trance alrededor de unos extraños altares improvisados, hechos con sillas y basura apilada. También parecen retener una inteligencia bastante rudimentaria que les permite tender trampas a los sobrevivientes que se cruzan en su camino.

La principal fortaleza de Los Hambrientos se encuentra en su cuidada fotografía, plagada de tonos verdes intensos y colores brillantes. La película utiliza recursos creativos para maquillar la falta de presupuesto y recurre a efectivos trucos de cámara para sacarle provecho a situaciones que requieren de un despliegue mayor de efectos especiales y extras.

Así como la falta de respuestas puede ser una fortaleza, también puede jugarle en contra a la hora de enfrentarse a un espectador perezoso sin ganas de hacer el esfuerzo de ignorar los baches premeditados que Aubert deja en la historia.

La narración se vuelve lenta por momentos cuando la película se detiene en momentos más intimistas y puede tomarse un buen rato antes de volver a retomar algo de tracción dramática pero la mezcla de terror tradicional y cine arte logra hacer que Los Hambrientos esté más cerca de un producto de Romero antes que del último episodio intrascendente de The Walking Dead.