Los ganadores

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

El director de Construcción de una ciudad y El gran simulador ratifica que es uno de los más valiosos documentalistas nacionales. Tras su estreno en el Festival de Mar del Plata 2016, su más recientes trabajo se estrena en el MALBA.
Los ganadores (Argentina/2016). Guión, edición y dirección: Néstor Frenkel. Fotografía: Diego Poleri. Música: Gonzalo Córdoba. Sonido: Fernando Vega, Hernán Gerard. Duración: 78 minutos. Los sábados de mayo, a las 22, en el MALBA (Figueroa Alcorta 3415).

Es muy probable que si alguien dijera que Los ganadores está dirigida por Christopher Guest, más de uno lo creería sin cuestionárselo demasiado. Igual que en Mascots, el flamante trabajo del realizador de Best in Show, A Mighty Wind y For Your Consideration que puede verse en Netflix desde hace algunas semanas, el film de Néstor Frenkel se adentra en una realidad minúscula para explorar la dinámica y desglosar las motivaciones de los protagonistas de, en este caso, una particular premiación. Solo que aquí, a diferencia de la película de Guest, todo es real.

Una voz en off explica los orígenes del proyecto. Mientras filmaba a Jorge Mario, aquel particular superochista de Concordia que protagonizó El amateur, Frenkel escuchó la enunciación de un sinfín de galardones prácticamente desconocidos para él y el gran público. Lo que hizo, entonces, fue proponerse ver qué hay detrás de ellos, quiénes los organizan, por qué y, sobre todo, con qué criterios entregan sus estatuillas. Lo que descubrió es francamente increíble y por momentos graciosísimo. Tanto que a Guest difícilmente podría habérsele ocurrido algo mejor.

Los ganadores va lo de general a lo particular, presentando primero algunas ceremonias por demás curiosas y a varios de sus protagonistas, para después centrarse en los Premios Estampas de Buenos Aires, que entrega centenares de estatuillas para cuanta disciplina exista en una ceremonia que dura, mínimo, tres veces más que la del Oscar y se ameniza con sanguchitos y gaseosa en vasos de plástico. En el interín, discursos emocionados, imprevistos técnicos y agradecimientos francamente insólitos.

Los criterios de premiación en principio parecen regidos por la generosidad, hasta que se evidencia su mecanismo: el que se postula para participar, gana, lo que obliga a los organizadores (una pareja de ancianos que conduce un programa de tango en una radio entrerriana) a serenar a los invitados con la promesa de que el suyo está al caer. Todo esto es mostrado por Frenkel sin intervención directa pero sí desde el montaje.

Consciente de que mueve en el finísimo límite moral y ético entre “reírse con” y “reírse de”, el director de Construcción de una ciudad y El gran simulador apuesta a que sean ellos, los elegidos y los premiadores, los encargados de exponer una serie de sentimientos que el film felizmente respeta, convirtiendo a estas criaturas en seres particulares entrañables.