Los fantasmas de Scrooge

Crítica de Ricardo Ottone - Subjetiva

Gótico navideño

Un Cuento de Navidad debe ser una de las novelas más adaptadas a la pantalla, clásico fijo de cine y TV, ideal para exhibir y ver en las fiestas (aunque aquí tanto como en su país de origen, este film se estrene en noviembre). Los fantasmas de Scrooge es la puesta al día digital de la mano de Robert Zemeckis, un director que ya tiene experiencia en ambos rubros: Este es su tercer experimento en películas con actores digitalizados después de El expreso polar y Beowulf: la leyenda, la primera ya se inscribía dentro del relato navideño. Si en El expreso… se trataba de un niño que esta a pasos de dejar de creer en Santa Claus y al que se lo convencía llevándolo en un fantástico viaje al Polo Norte con visita guiada por la factoría de regalos del barbudo benefactor, en Los fantasmas… Zemeckis acude al clásico navideño por excelencia para realizar una operación similar de redención por la evidencia con la navidad como oportunidad. Así, el viejo Ebenezer Scrooge, el arquetipo más acabado del avaro de corazón de hielo, misántropo y solitario, tendrá la chance de cambiar su forma de ser, y así su destino, con la advertencia sobrenatural del alma en pena de su ex-socio y la visita de los fantasmas de las navidades pasada, presente y futura para mostrarle lo que fue, lo que es y lo que puede llegar a ser en caso de seguir así.

Este film de animación hiperrealista, con actores digitalizados para darles una apariencia más caricaturesca, pero con sus movimientos y expresiones captados al detalle, y con escenarios espectaculares y muy verosímiles, es una experiencia visual extraordinaria. La técnica permite ya unas texturas extremadamente definidas, la posibilidad de encuadrar desde lugares casi imposibles, y unos increíbles movimientos de cámara donde se destacan los recorridos en plano secuencia por una Londres decimonónica reconstruida al detalle. Y toda esta tecnología está puesta al servicio del relato clásico, con una estética que parece tomada de las ilustraciones que solían acompañar a las ediciones originales. Afortunadamente el film no cae demasiado en la exhibición onanista, salvo en unas pocas escenas, como la persecución por parte del fantasma de las navidades por venir, que no figura en la novela y parece puesta más par explotar las posibilidades de la tecnología digital y el 3D. Paro salvo esas pocas excepciones, el realizador usa esas mismas posibilidades haciéndolas funcionales a la historia. De hecho se trata de una adaptación bastante fiel al relato original de Dickens, tomando los diálogos directamente del texto de la novela y con unas actuaciones que puede parecer teatrales pero que no desentonan. En ese rubro brillan, claro, Jim Carrey (que también ya tuvo su experiencia navideña previa interpretando Grinch) quien toma para sí el papel de Scrooge en sus diversas edades y los de los tres fantasmas de las navidades pasada, presente y futura, mientras Gary Oldman se hace cargo del pobre Bob Cratchit, sufrido empleado de Scrooge, y del doliente espectro de su socio Marley.

Pero hay algo que impresiona en esta versión tanto como su impacto visual, y que no es algo menor sino uno de sus puntos más interesantes, y es la apuesta por la oscuridad. Seguro, uno puede decir que es un film familiar y ATP, pero a contrapelo de ese carácter podemos decir que no hay nada de infantil en esa ciudad de contrastes, donde conviven el Londres luminoso y opulento con el tenebroso y miserable, donde el Scrooge de toda la vida tiene vía libre para proferir las sentencias más incorrectas e inmisericordes y donde la crueldad convive diario con sus habitantes. Una oscuridad que no era para nada ajena a Dickens, pero sorprende en un producto de la factoría Disney. Más aún cuando el realizador introduce momentos de tensión, de suspenso, de ferocidad y hasta elementos del cine de terror gótico que no desentonarían en un film de la Hammer. Lo cual le hace a uno admirarse no solo por el talento visual único de Zemeckis sino también, y sobre todo, por su audacia.