Los fantasmas de Scrooge

Crítica de Fernando G. Varea - Espacio Cine

Lo antiguo y lo nuevo

Desde George Scott hasta Mickey y los Simpson le han puesto el cuerpo a “A Christmas Carol”, novela que Charles Dickens escribió en 1843, sobre un viejo avaro que -tras ser visitado por espíritus que lo enfrentan con sus recuerdos de infancia, con la dura realidad familiar de su empleado y con los posibles comentarios de la gente ante la noticia de su muerte- se vuelve generoso y dispuesto a compartir la Navidad con los demás. Disney, de la mano de Robert Zemeckis (1951, Chicago, EEUU) rescata una vez más este clásico, ahora con técnica motion capture (convirtiendo digitalmente los movimientos de los actores en imágenes animadas, recurso ya utilizado por el director en El expreso polar y Beowulf) y agregándole el irresistible 3D.
El resultado es una curiosa combinación de lo antiguo con lo nuevo. El texto original –respetuosamente transcripto– es aleccionador, concentra todos los males (y las posibles soluciones) en la figura de Scrooge, y ve un alto grado de nobleza en dar una limosna o compartir una cena de Navidad. Al tiempo que elementos como éstos parecen ignorar todos los cambios políticos, sociales y culturales transcurridos en el último siglo y medio, es inalterablemente fiel la reconstrucción de la Londres del siglo XIX y su gente (incluyendo los juegos de los chicos, los bailes y las comidas). No está mal la idea de internarse en el universo de aquella historia de Dickens, pero en estos tiempos de navidades comercializadas e inocencia devaluada, Los fantasmas de Scrooge suena un poco anacrónica.
Al mismo tiempo, para representar la historia se ha apelado a los más modernos artificios, lográndose sorprendentes efectos sonoros e imágenes de perturbadora belleza (junto a desplazamientos vertiginosos insertados para explotar mejor los alcances del 3D). Una sofisticación que termina limitando las posibilidades del espectador de completar la historia: si hacia 1850 “A Christmas Carol” permitía a los lectores imaginar las fantasías de Scrooge, hoy Hollywood las hace casi tangibles. Como bien ha señalado Domin Choi, respecto a películas como ésta, “toda imaginación se vuelve visible con la mediación tecnológica”.
Lo nuevo de Los fantasmas de Scrooge pasa, entonces, exclusivamente por lo tecnológico, a diferencia de otros productos animados recientes, estética y argumentalmente más originales y modernos. Lo cual no impide que pueda disfrutarse, rindiéndose a la idea que Dickens le hace exclamar al excitado Scrooge del final: “Es mejor ser como un niño”.