Los dos papas

Crítica de Cristian A. Mangini - Fancinema

DUELO DE FE

Los dos Papas, la última película del brasileño Fernando Meirelles, culmina con una simpática secuencia en la que Jorge Bergoglio y Joseph Ratzinger son espectadores de la final del Mundial 2014 en Brasil entre Alemania y Argentina. La viñeta es improbable, casi una fantasía, pero no resulta inverosímil y es aquí donde la película gana presencia: es el duelo de la percepción que se tiene sobre dos personajes y sus contradicciones como seres humanos, que representan a una de las instituciones más antiguas, poderosas y controvertidas en los últimos años por los casos de abuso de niños y corrupción. No es un film sobre la institución eclesiástica, la forma en que construye poder o sobre el dogma religioso, sino que se circunscribe en el duelo de estos dos personajes con el rigor de una buddy movie, ocasionalmente apuntando al biopic en el caso de Bergoglio. Evitarse estas rispideces es un tanto indulgente pero también ayuda a focalizarnos en los personajes, las ideas opuestas en torno a la conducción de la Iglesia y las actuaciones: Jonathan Pryce y Anthony Hopkins protagonizan un duelo actoral épico que sostiene narrativamente un film arriesgado que pudo haber quedado en la intrascendencia del cine “qualité” televisivo de no ser por virtudes actorales y algunos destellos de lirismo visual en los flashbacks (que protagoniza el correcto Juan Minujín).

El film recorre la transición y camaradería entre quien era el Papa Benedicto XVI a su renuncia en el 2013 y la asunción del Papa Francisco I, tras la sombra del fallecimiento de Juan Pablo II en el 2005. La oposición entre un ala más conservadora representada por Ratzinger y un ala más liberal y reformista por parte de Carlo Martini y Bergoglio se enfrentan en arduos debates sobre la dirección que debe seguir la Iglesia y finalmente encuentran en Ratzinger a la figura adecuada para continuar el papado como la figura de Benedicto XVI. Sin embargo, los ecos de estos debates encontrarán su replica en un nuevo encuentro entre el entonces cardenal Bergoglio y el Papa en su residencia de verano, con la finalidad de solicitar su renuncia tras no recibir respuesta a través de las cartas. El resultado es el intenso debate y posturas que encuentran allí la semilla de la transición de Bergoglio hasta convertirse en el Papa Francisco I y la renuncia de Benedicto XVI. Con un montaje trepidante que confía en los primeros planos y los detalles, sosteniendo conversaciones a través del plano y contraplano, antes que encuadres más estáticos, Meirelles le da a la película un ritmo que ocasionalmente muestra de soslayo un recuerdo o remembranza para acercarnos a comprender las motivaciones de cada uno. Es el corazón de la película, que hace de este encuentro un enorme duelo actoral entre Pryce y Hopkins.

Luego de la barroca y fallida 360 – Juego de destinos, Meirelles construye un film desde una estructura más cerrada que resulta sin embargo fresca y vital. El rigor está puesto sobre mantener el verosímil, antes que priorizar el rigor documental para trabajar sobre estas figuras: es más la idea o percepción que se tiene sobre Ratzinger y Bergoglio con fines de construir un drama narrativo, antes que los hechos reales que puedan interesar a quienes no entienden que la ficción cinematográfica es, en sí, una representación. El guión de Anthony McCarten es preciso y quirúrgico, a pesar de quizá perderse en el segmento más problemático del film, el enorme flashbacks que protagoniza Juan Minujín. No es problemático por su ejecución, que tiene algunos momentos fotográficos realmente bellos al aprovechar el blanco y negro y una actuación sólida de Minujin -que sostiene algunos momentos emocionales que quedan en la retina, como el abrazo con el padre Franz Jalics (Lisandro Fiks)-. Lo es porque en el marco narrativo que construye Meirelles de duelo actoral este segmento debería tener su contraparte en un flashbacks que profundice en la vida de Ratzinger. De lo contrario, profundizar solamente en Bergoglio parece arbitrario y quita la oportunidad a Pryce de dar a entender toda esa información sin necesidad de una larga secuencia.

Desde un marco religioso, Los dos Papas construye el retrato humano de dos figuras que tienen una responsabilidad y visiones distintas en torno a ella, reflexionando sobre el poder, la tradición, la culpa y las rupturas, algo que se acerca más a lo terrenal que a los difíciles y crípticos vericuetos religiosos.