Los desechables

Crítica de Soledad Velasco - La mirada indiscreta

LA DESECHABLE O CÓMO UN EJERCICIO DE ACTUACIÓN LLEGA AL CINE

ADVERTENCIA: en esta nota NO se revelará la resolución de la trama debido a la carencia de la misma.

Termina la película y queda la sala boquiabierta. Pero no, no es un final abierto. No nos deja pensado y reflexionando sobre el destino y el devenir de los personajes. No. Nos deja estafados, sorprendidos y con un poco de vergüenza ajena.

El film cuenta tres historias. La primera es sobre X, que se despierta junto con una mujer que no sabía que estaba ahí. Parecer ser su ex novia. En eso llega su jefe a su casa (¿?) y lo ve con ella. Se sorprende porque parece que ella estaba internada en un hospital después de un grave accidente del que ella no recuerda nada. Después el jefe se desmaya, pero tranquilos, resucita “al toque”.

La segunda es sobre Y, que le cuenta, entre las sábanas, a la chica de turno con la que se acuesta, que un amigo de él se fue con una chica del boliche a la cama y que resultó ser que lo estafaron. Se mata de risa (jua jua) de su pobre amigo que se quedó sin un mango. Después se prepara para irse a trabajar y ella se pone mimosita, le dice que se casen y él con una falsa incomodidad le dice que sí, que en el futuro se casan. Sin embargo cuando se está por ir, aparece la madre de ella confesando que la menor de edad está embarazada y con esa excusa le hacen firmar un papel en blanco, con todos sus datos, para que deje por sentado que se va a casar con la chica.

La tercera historia, es sobre una actriz que espera en su casa la cita con un director y la productora de un futuro film que quiere protagonizar. Ella, nerviosa y desesperada, intenta agradarle y conquistarlo, delante de su novio (el que después va a protagonizar la secuencia final del film junto a los otros dos personajes de las historias anteriores), a quien maltrata y humilla sin cuidado. Esta pareja empieza a pelear, la reunión fracasa rotundamente y el director se va.

Los desechables esta filmada por una cámara intrusa, sin planificación y sin gracia. Una cámara que se mueve siguiendo a los personajes pero no consigue un solo encuadre conmovedor, intrigante, disparador o incluso rotundamente feo; una cámara que no genera nada, que no te mueve un pelo. Cómo si la puesta en escena y la puesta de cámara fueran ítems tachados. La fotografía, a cargo de Luis Andrade, se acerca a la estética de cortos de estudiantes, es tan amateur que se aleja de lo cinematográfico. Pero bien, si esa es la decisión y lo que importa es lo dramático, catapúm…. ¡que se haga el drama! Pero tampoco, porque desde el guión, si es que lo hubo, hay flaquezas estructurales que no potencian lo dramático:

Primer acto: Tres secuencias de presentación de tres personajes en tres espacios distintos con tres mujeres.

Segundo acto: Los tres personajes en el mismo espacio, su espacio laboral, son acusados por un cuarto personaje, que viene a ser el jefe, de haber estafado a la empresa en donde trabajan.

Tercer acto: Los créditos finales de la película.

Este impotente tercer acto nos habla de una película sin resolución, y una película sin resolución es como una siembra sin la cosecha, como escuchar un tango sin coda, como comer unas pastas sin queso rallado. Sumado a esto, los personajes no tienen fisuras ni metáforas en su construcción y su psicología está en función de la escena. Responden a los estímulos para hacer avanzar la acción, pero no hay solidez psicológica, de hecho no terminamos sabiendo quienes son, qué quieren, qué necesitan o qué piensan. Carentes de espesor los personajes son esculturas de una sola cara imposibles de rodear.

Entonces, Nicolás Savignone, también conocido por ser médico e investigador teatral y haber dirigido el documental Hospital de día (2013), queda expuesto en su decisión de montar este material de ensayo y llevarlo a la pantalla grande. A mi humilde entender, es un ejercicio teatral que filmó para las clases y que cerró con un homenaje al film El método (Marcelo Piñeyro, 2005). Apoya mi teoría un dato duro que rescaté de internet de que Los Desechables, nace de un taller de entrenamiento para actores y dramaturgos coordinado por Andrea Garrote. Eso no sería un problema en sí mismo, el asunto es que nace y muere así. La película es un ejercicio de teatro filmado, inverosímil, inconcluso y definitivamente nada cinematográfico.