Los descendientes

Crítica de María Victoria Vázquez - El Espectador Avezado

“Cada miembro de una familia es como una isla de un archipiélago, cada uno forma parte de un todo, y sin embargo están solos y aislados. Y separándose un poco más cada día.” Matt King
Siempre creí que una película que nos llega, nos conmueve, nos toca en forma íntima, sin usar ningún golpe bajo, es una buena película.
Eso sucede con este nuevo film de Alexander Payne, que vuelve al ruedo tras siete años de ausencia." Los descendientes" es una gran película. Y no sólo por eso.
Ésta es la historia de una despedida programada, la de Elizabeth, esposa de Matt (George Clooney), quien tras recibir un golpe en la cabeza en un accidente náutico, queda en coma, y por un documento firmado anteriormente, se niega a que la mantengan viva artificialmente. La situación forzará a Matt a hacerse cargo de sus hijas, de 10 y 17 años de edad, como nunca lo hizo, y lo llevará también a descubrir la relación amorosa que su esposa mantenía con otro hombre. Como si esto fuera poco, deberá lidiar con la decisión sobre la millonaria venta de unas tierras propiedad de su familia, una de las primeras familias de Hawai. Pero a su vez es la historia de este hombre, que decide salir, sin pensarlo demasiado, a encontrar al amante de su mujer.
En esa búsqueda, también intentará rencontrarse con sus hijas, a quienes casi desconoce, y con su historia, la de sus antepasados tomará forma hasta revelarse con fuerza en el cierre de la cinta.
Como ya lo habíamos visto en "Entre Copas", Payne maneja con suma destreza las emociones. En este guión en particular (adaptación de la novela homónima escrita por Kaui Hart Hemmings) es destacable el uso de los silencios. Se ve un equilibrio perfecto entre las escenas en las que hace falta el diálogo entre los actores, y los momentos en los que es mejor callar, y dejarlo todo en manos del ojo amable de la cámara, y las expresiones de los personajes, que dicen todo sin articular palabra. No me atrevo a decir que el manejo de los tiempos es perfecto, pero si no lo es, está lo más cerca posible.
Hace tiempo que sabíamos que George Clooney no era sólo un galán de la pantalla. Lo vimos actuar en personajes muy variados, escribir, y dirigir. Pero en esta oportunidad realmente se luce. La interpretación es tan acertada, y logra transmitir todo lo que su personaje siente de forma tan inequívoca, que, más allá de lo que pensemos de ese tipo de reconocimiento, tiene bien ganado su Globo de Oro. Otra actuación que me gustó mucho es la de Shailene Woodley, que interpreta a Alex, la hija adolescente.
La grandeza de esta película radica en su simpleza. La belleza de sus locaciones (transcurre en varias de las islas del archipiélago de Hawai), la forma sencilla en la que sus diálogos expresan emociones complejas. Como dije al principio, ésta es la historia de una despedida, sin embargo no hace foco en lo que se va, en lo que se pierde, sino en lo que se encuentra.
En menos de un mes sabremos cómo le fue en los Oscar. Tiene cinco nominaciones, en los rubros principales: Película, Dirección, Actor principal (Clooney), Guión adaptado y montaje.
Una última recomendación: la escena final no tiene diálogos (sólo se oye, accidental, la voz de Morgan Freeman como locutor de algo que está en la tele), y les va a parecer nada fuera de lo común. Tal vez lo sea, pero no se apuren por agarrar la cartera o encender el celular para irse de la sala. Mírenla. Mírenla. Y dejen que les hable.