Los descendientes

Crítica de Juan Pablo Ferré - CinemaScope

¿En busca de la felicidad?

La múltiple ganadora de los Globos de Oro (mejor película dramática, guión y actor protagónico) fue la halagada Los descendientes, de Alexander Payne (Entre copas, Sr. Schmidt), un drama “sobre la vida” que abarca temáticas tan vastas como el amor, el odio, el rencor, la muerte, la familia, los legados, los engaños, la adolescencia, la madurez, la venganza, el desamor... ¿Demasiado para un solo filme? Parecería que sí, aunque Payne resuelve bastante bien sus premisas sin voces declamatorias.

“La gente que no es de acá cree que los que vivimos en Hawai nos la pasamos en la playa, surfeando. Yo no me he subido a una tabla en décadas”, dice Matt King (George Clooney) por medio de una bastante injustificable voz en off, que aparece arbitrariamente a lo largo del relato y deja de aparecer de repente. Con esa frase King ilustra que es un hombre ocupado, a cargo de grandes decisiones, como la venta de un terreno familiar de los primeros terratenientes de la isla perteneciente a todos los herederos de su familia. A pesar de esa frase, la primera escena del filme nos muestra a una mujer viajando felizmente en una lancha a alta velocidad, lo que justifica el pensamiento que King quiere desterrar. La mujer es su esposa y en la siguiente escena nos enteraremos de que ha sufrido un accidente en ese viaje y ha quedado en coma, por lo que King deberá encargarse de algo de lo que se ha mantenido ajeno toda su vida: el cuidado de sus hijas, Alexandra (Shailene Woodley) de 16 y Scottie (Amara Miller) de 10 años.

La pandilla va en busca de la verdad.
A partir de esos disparadores, Payne trata las temáticas mencionadas anteriormente a través de un guión muy consistente por momentos, bastante cómico en determinadas escenas, pero también casi ridículo en algunas ocasiones. Básicamente, el guión funciona muy bien en la estructura general, en la gran mayoría de las situaciones dramáticas. Por otra parte, centra su arsenal cómico en el personaje de Sid (Nick Krause), el amigovio de Alexandra, la hija mayor (la escena dentro del auto es hilarante). Y sin embargo, se torna excesivamente extraña e inexplicable en la repetición de un recurso que se utiliza mucho en el cine, pero que aquí está usado de una manera rara y retorcida: varios personajes deciden hablarle a la mujer que permanece postrada y en coma. Lo inusual es que nunca son discursos en privado, sino en presencia de algún tercero. Y nunca son palabras bonitas, sino insultos, lo que implica que el tercero presente tenga que intervenir. Es probable que se trate de un recurso buscado con intención humorística, pero francamente le quita al relato mucha de la verosimilitud y de la seriedad con la que se desarrolla durante el resto del metraje.

Shailene Woodley, un gran descubrimiento.
La actuación de Clooney es muy buena y por eso se lo ha elogiado desde cada crítica que he leído. Pero también es cierto que Clooney desde hace rato viene demostrando que no es un actor del montón. Su performance en la atrapante Michael Clayton no tiene nada que envidiarle a esta, por nombrar sólo una. Vale la pena nombrar al resto del elenco, encabezado por Woodley (muy interesante, para poner atención a esta promisoria actriz) y Miller, pero también por Robert Forster como el suegro de King. Y por qué no mencionar a Krause cuyo personaje es increíblemente tonto, pero que concentra en su papel todo el contenido cómico del filme y logra hacernos reír bastante.

El tipo de plano con el que Payne me aburre.
Si bien el guión de Payne es muy llevadero y atractivo, se le nota su falta de tino tras las cámaras. Su nominación a mejor director es realmente exagerada y una injusticia para Fincher que no está ternado por La chica del dragón tatuado. Payne cansa con sus primero planos centrados, con personajes dirigiéndose a cámara (hablan y caminan hacia ella) y con imágenes poco cuidadas y faltas de estética. Promediando el metraje se puede hallar una escena en la que varios personajes miran una playa lejana desde lo alto de una colina. Luego de un paneo por sus rostros, Payne opone otro paneo general, en la dirección contraria y desde lo alto que no solo resulta excesivo o inútil desde lo descriptivo, sino que llega a ser algo chocante por la confluencia de movimientos de cámara.

Los descendientes es una película interesante, llevadera y entretenida. También es profunda por momentos y llega a conmover. Es un filme que propone mucho y que nos mete de lleno en los personajes, nos identifica con ellos. Cuenta con un guión sólido y, esporádicamente, se vuelve muy graciosa. Sin dudas es una buena película y es muy recomendable, aunque tenga algunas falencias. Esas falencias son suficientes como para que no se trate de un filme deslumbrante o memorable. Pero no estuvo tan lejos.